lunes, 3 de febrero de 2014

Mis prisiones: En comparación con las prisiones sufridas por Gandhi

Dos generaciones después de M.K. Gandhi (que entonces todavía no era el Mahatma), Nelson Mandela pasó veintiún años en la isla de Robben Island frente a Ciudad de Cabo, en cierta forma incomunicado porque cuando salió (de otra cárcel) después de un total de veintisiete años, la evolución en la Sociedad Global como la emancipación de la mujer, el sida, los micrófonos modernos, el internet  y otras cosas le eran desconocidas. Lo soltaron recién cuando no podían mantener ya la ficción de la supremacía blanca, siendo inminente una guerra civil entre los blancos y los negros.

He aquí la comparación de las cárceles en las propias palabras de Nelson Mandela

Gandhi desafió y amenazó al gobierno racista de Sudáfrica durante la primera y la segunda década del siglo XX como no lo hizo ningún otro hombre. Él fundó la primera organización política anticolonial en Sudáfrica y posiblemente en el mundo en 1894: el Natal Indian Congress. Recién en 1902 se fundó el Congreso Popular Africano, el APO. El ANC (en el cual militó Mandela) fue fundado en 1912, de modo que tanto el APO como el ANC eran testigos de la lucha de Gandhi con los medios de Satyagraha de Gandhi  que comenzó en 1907 y llegó a su culminación en 1913 con la épica marcha de cinco mil (5000) obreros contratados en las minas de carbón de Natal. Esta Marcha evocó una respuesta masiva de las mujeres indígenas que incitaron a los obreros indos de asociarse a la huelga. Ello era el comienzo  de las “marchas  a la Libertad” y de deserciones del puesto del trabajo que llegaron a ser tan características en nuestra lucha  por la libertad en la era del ápartheid. También nuestra campaña de Desafío del 1952 siguió bastante el modelo inventado por Gandhi.
    De modo que se puede decir que la Lucha Inda tiene su raíz en la Lucha Africana. M.K. Gandhi y John Dube, el primer presidente del Congreso Nacional Africano,  eran vecinos en Inanda y los dos se influenciaron mutuamente ya que los dos hombres, aproximadamente al mismo momento, solo a tiro de piedra uno del otro, fundaron dos monumentos al desarrollo humano: el Instituto Oblange del Sr. Dube y el Asentamiento Phoenix del Sr. Gandhi. Las dos instituciones hoy en día (aproximadamente 1956) sufren de la ola de violencia que asedia la región, pero ambos, así lo espero, se volverán a levantar como el ave fénix, para llevarnos a alturas que nunca imaginamos.
     Durante sus  veintitrés años en Sudáfrica, Gandhi fue condenado a cuatro penas de prisión. La primera estadía de dos meses comenzó el 10 de enero de 1908,  la segunda de tres meses comenzó el 7 de octubre de 1908, la tercera, también de tres meses, comenzó el 25 de febrero y a la cuarta, para nueve meses de trabajos forzados, se le condenó el 11 de noviembre de 1913. De estas condenas él purgó realmente sólo siete meses y diez días. En la primera ocasión y en la última, lo soltaron dentro de pocas semanas porque el gobierno de entonces, representado por el General Smuts, prefirió resolver los problemas mediante negociaciones a verse enfrentado por el Satyagraha, lo que le iba a atraer el oprobio internacional.
     En todas las cuatro ocasiones, arrestaron a Gandhi en el momento que él quería y porque él así lo quería. En aquel entonces no había redadas a media noche cuando la gente dormía y la policía no lo apresó de sorpresa. No se le acusó de conspiración contra el Estado, ni de promover organizaciones prohibidas ni de instigar a la violencia “interracial”. Todavía el Estado no había inventado el amplio repertorio de las llamadas “leyes de seguridad” con las cuales nosotros en nuestra época teníamos que lidiar. Todavía no había la Ley contra el Terrorismo, no había la "Ley contra los Comunistas” ni la “Ley de la Seguridad Interna” y, todavía, el detenido tenía derecho al juicio oral sobre el mantenimiento de su prisión preventiva. El control por el Estado todavía no era tan completo como lo es hoy día; faltaba todavía que los “nacionalistas” inventaran la ideología de la separación de razas o ápartheid cuya consecuencia era su Estado Policiaco. Detuvieron a Gandhi porque él a propósito violó, por injustas, las leyes que discriminaron contra los indos y violaron su dignidad y su libertad. Lo llevaron a la cárcel porque se negó a inscribirse para cierto certificado o porque se negó a llevar un “permiso’” que cumpliera con la llamada “Ley de los asiáticos en el Transvaal” (TARA) y porque, encima de ello, ¡instigó a otros de hacer lo mismo!
   Cuando la ápartheid todavía estaba en sus pañales, nosotros, igualmente, organizamos detenciones en los momentos preferidos por nosotros  mediante nuestra Campaña de Resistencia a las Leyes Injustas, pero a eso de los finales de los años sesenta, la Violencia del Estado había llegado a tal intensidad que la Resistencia Pasiva (a modelo de Gandhi) nos parecía inútil. Literalmente nos sacaron de nuestras camas y nos llevaron a empujones a la cárcel. Nuestra “resistencia”, en lugar de traernos alivio, provocó al Gobierno de promulgar las llamadas leyes de seguridad, tratando de erigir un Muro contra toda nuestra resistencia. Pero que el lector no dude que la resistencia de Gandhi provocó medidas rigurosas contra él y sus seguidores. Los indos sufrieron represalias terribles: los deportaron a la India y varios grupos de ellos pasaron semanas navegando en ambas direcciones, desde Bombay a Durban, en entrepuente de tercera clase, porque se negaron a desembarcar en la India, insistiendo que bajarían a tierra solamente en Sudáfrica porque allí habían nacido.
    Era cierto que la mayoría de estos deportados había nacido en Sudáfrica y para ellos la India era un país extranjero. Otros entre ellos (como Ahmed Cachalia y E.I.Asvat) habían perdido sus negocios lucrativos, y sus acreedores blancos a la fuerza los obligaron a declarase en quiebra –una “insolvencia” en contraste con el buen funcionamiento de sus negocios. Los acreedores blancos se resintieron que los indos eran obstinados, obligándolos a la liquidación de sus activos para devolver el dinero prestado a ellos, sus acreedores. Había otros que sufrieron la subasta de sus bienes con la sola justificación de que el gobierno quería sacar de ello las multas que se negaron a pagar los satyágrahis: por su actitud desafiante mostraron su rechazo de leyes injustas. El mismo Gandhi fue tratado de manera extremadamente vergonzosa en repetidas ocasiones y debo decir que nosotros no sufrimos nada parecido. En dos oportunidades, durante su traslado desde Volksrust a Johannesburg y de allí a Pretoria, lo hicieron marchar desde el calabozo hasta la estación de ferrocarril en atuendo carcelero, con las manos esposadas, y cargando en su cabeza los útiles que tiene cada prisionero. Aquellos que lo vieron o les subía la cólera o les salieron las lágrimas. Para Gandhi, sin embargo, ello era parte de su sufrimiento voluntariamente aceptado como aporte a la lucha contra la inhumanidad.

La situación dentro de las cárceles
Hay gran similitud entre las condiciones del encarcelamiento en nuestros días y en los días de Gandhi. Había un cambio dramático en la condición de las cárceles recién en 1980, a pesar de que Gandhi y sus colegas ya al principio del siglo XX y nosotros en las últimas décadas del mismo siglo ejercimos presión sobre del gobierno para humanizar el sistema carcelero. Al fin se permitió el ingreso de periódicos, de la radio y la televisión. En la última década del siglo XX por cuentagotas se permitieron camas para los presos; así que puedo decir que yo acompañé estos cambios para mejorar progresivamente desde el principio.
    La primera vez que me detuvieron era el 26 de junio del 1952 porque estaba organizando la Campaña de Desafío a las Leyes Injustas. Me retuvieron por algunos días en una celda de la policía hasta que me soltaron bajo caución. El primer encarcelamiento de Gandhi en enero del 1908 no incluía labores forzadas; en aquella vez lo habían sentenciado a dos meses, pero lo soltaron a los 19 días. El general Smuts tenía miedo del empuje, del brío que la lucha con la Resistencia Pasiva estaba acumulando, por lo que puso a Gandhi en un tren en Johannesburg y lo recibió en su despacho en Pretoria, con el fin de elaborar un compromiso.
   A mi también me llamaron al despacho del que en mi época era el jefe del Estado, el general Botha. Me llevaron a Groote Schuur, pero eso ocurrió cuando yo ya había pasado veintiséis años en la cárcel. En aquel entonces el gobierno blanco llamado “nacionalista” se había dado cuenta que no era capaz de gobernar el país solo, sin compartir. Gandhi pasó su primer cautiverio en la fortaleza de Johannesburg, lo mismo me pasó a mí en 1962, solamente que yo lo pasé en el hospital carcelario como preso preventivo.
   Gandhi así sus dudas describe al ser condenado por primera vez: “¿Me van a dar un tratamiento especial como preso político? ¿Me van a separar de mis colegas encarcelados?” Así era su soliloquio. Además, él iba a encontrarse ante un tribunal de la que en 1908 todavía era una colonia inglesa, y en aquel entonces él todavía guardó un resto de confianza en la justicia británica. Yo y mis colegas nos íbamos a encontrar en las celdas del ápartheid, por lo que no esperamos que nos dieran privilegios porque éramos presos políticos. Al contrario, esperábamos que la brutalidad del gobierno blanco contra los presos políticos fuera a ser mayor. Mi primera condena en 1962 era por cinco años por aquella”gira por África” que yo había perpetrado incógnito. Al principio estuve en la cárcel de Pretoria. Como Gandhi conocimos de cerca los interiores de la cárcel en Transvaal. Sin embargo, Gandhi nunca estuvo en la isla de Robben Island en la colonia del Cabo, mientras que nosotros nunca pisamos el Volksrust en Transvaal.
    La filosofía de Gandhi era de someterse a las condiciones de las cárceles porque, siendo un satyagrahi, él quería sufrir para la justicia y la libertad. En este sentido, nosotros nunca estuvimos satyagrahis. No aceptamos el sufrimiento, reaccionamos en contra. En mi primer día en la cárcel

Gandhi desafió y amenazó al Gobierno racista de Sudáfrica durante la primera y la segunda década del siglo XX, como nunca antes lo hecho hombre alguno.
El creó la primera organización política anticolonial en Sudáfrica, y posiblemente en el mundo, al fundar en 1894 el Natal Indian Congress. Recién en 1902 se fundó el Congreso Popular Africano, el APO. El ANC (en el cual militó Mandela) fue fundado en 1912, de modo que tanto el APO como el ANC fueron testigos fuertemente influidos por el combativo movimiento Satyagraha de Gandhi, iniciado en 1907 y culminando en 1913, con la épica marcha de cinco mil (5000) obreros contratados en las minas de carbón de Natal.

Esta Marcha provocó una respuesta masiva de las mujeres indas que incitaron a los obreros indos a asociarse a la huelga. Dicha marcha emblemática constituye el antecedente y referente de todas las otras “marchas  a la Libertad”  y de los abandonos voluntarios del puesto del trabajo que llegaron a ser tan distintivos en nuestra lucha  por la libertad, en la era del ápartheid. Igualmente, nuestra “Campaña de Desafío” del 1952 prosiguió en mucho el modelo creado por Gandhi.

De alguna manera, se puede afirmar que la Lucha India tiene su raíz en la Lucha Africana. M.K. Gandhi y John Dube, el primer presidente del Congreso Nacional Africano,  eran vecinos en Inanda y los dos se influyeron mutuamente - ya que los dos hombres, aproximadamente al mismo tiempo, solo a tiro de piedra uno del otro, fundaron dos monumentos al desarrollo humano: el Instituto Oblange del señor Dube y el Asentamiento Phoenix del señor Gandhi. Las dos instituciones hoy en día (aproximadamente el año 1956) sufren de la ola de violencia que asedia la región, pero ambos, así lo espero, se volverán a levantar como el ave fénix, para llevarnos a alturas que nunca imaginamos.

Durante los 21 años en África del Sur, sentenciaron a Gandhi cuatro veces a la cárcel. La primera, de dos meses, comenzó el 10 de enero de 1908;  la segunda, de tres meses, comenzó el 7 de octubre de 1908; la tercera, también de tres meses, comenzó el 25 de febrero; y la cuarta, castigado con nueve meses de trabajos forzados, fue condenado el 11 de noviembre de 1913.

De estas condenas él purgó realmente sólo siete meses y diez días. En la primera y última ocasión lo soltaron después de pocas semanas, porque el gobierno de entonces, bajo el mando del General Smuts, prefirió resolver los problemas mediante negociaciones al verse enfrentado por el  Satyagraha, lo que le iba a atraer el oprobio internacional.

En las cuatro ocasiones arrestaron a Gandhi, en el momento que él quería y porque él así lo quería. En aquel entonces no había redadas a media noche cuando la gente dormía y la policía no lo apresó de sorpresa. No se le acusó de conspiración contra el Estado, ni de promover organizaciones prohibidas ni de instigar a la violencia “inter-racial”. Todavía el Estado no había inventado el amplio repertorio de las llamadas “leyes de seguridad”, con las cuales nosotros, dos generaciones después, tuvimos que lidiar.

Todavía no había la Ley contra el Terrorismo, no había la „Ley contra los Comunistas”, ni la “Ley de la Seguridad Interna” - y el detenido aun tenía derecho al juicio oral referente a su prisión preventiva. El control del Estado no era aun tan completo como lo es hoy día; faltaba todavía que los “Nacionalistas” blancos  inventaran la ideología de la separación de razas o ápartheid cuya consecuencia fue su Estado Policial.
Detuvieron a Gandhi, porque él a propósito violó, por injustas, las leyes que discriminaron contra los indios y violentaron su dignidad y libertad. Lo llevaron a la cárcel porque se negó a inscribirse para cierto certificado - o porque se negó a llevar consigo un “permiso’ - que cumpliera con la “Ley contra los Asiáticos en el Transvaal” (TARA) y porque, encima de ello, ¡instigó a otros de hacer lo mismo!

Cuando el ápartheid estaba aun en sus pañales, también nosotros organizamos detenciones en los momentos preferidos por nosotros, mediante nuestra Campaña de Resistencia a las Leyes Injustas.

Pero a eso de los finales de los años sesenta, la Violencia del Estado había llegado a tal intensidad que la Resistencia Pasiva (a modelo de Gandhi) nos parecía inútil. Literalmente, nos sacaron de nuestras camas y nos llevaron a empujones a la cárcel. Nuestra “resistencia”, en lugar de traernos alivio, provocó que el Gobierno promulgara las llamadas leyes de seguridad, tratando de construir un MURO contra toda nuestra resistencia.

Pero que el lector no lo dude: la resistencia de Gandhi provocó medidas rigurosas contra él y sus seguidores. Los indios sufrieron represalias terribles: los deportaron a la India y varios grupos de ellos pasaron semanas navegando en ambas direcciones, desde Bombay a Durban, en entrepuente de tercera clase, porque se negaron a desembarcar en la India, insistiendo que bajarían a tierra solamente en Sudáfrica ya que allí habían nacido.


Era cierto que la mayoría de estos deportados había nacido en Sudáfrica y para ellos la India era un país extranjero. Otros entre ellos (como Ahmed Cachalia y E.I. Asvat) habían perdido sus negocios lucrativos, y sus acreedores blancos a la fuerza los obligaron a declarase en quiebra – una “insolvencia” en contraste con el buen funcionamiento de sus negocios.

Los acreedores blancos se resintieron que los indos fueran obstinados, obligándolos a la liquidación de sus activos para devolver el dinero prestado a ellos, sus acreedores. Había otros que sufrieron la subasta de sus bienes con la sola justificación de que el Gobierno quería de ello sacar las multas que se negaron a pagar los satyagrahis: por su actitud desafiante mostraron su rechazo a las leyes injustas.

El mismo Gandhi fue tratado de manera extremadamente vergonzante, en repetidas ocasiones - y debo decir que nosotros no sufrimos nada parecido. En dos oportunidades, durante su traslado desde Volksrust a Johannesburg y de allí a Pretoria, lo hicieron marchar desde el calabozo hasta la estación de ferrocarril en atuendo carcelero, con las manos esposadas, y cargando en su cabeza los útiles que tiene cada prisionero.

Aquellos que lo vieron o les subía la cólera o les salieron las lágrimas. Para Gandhi, sin embargo, ello era parte de su sufrimiento, que el aceptaba voluntariamente, como su aporte a la lucha en contra la inhumanidad.

La situación dentro de las cárceles

Hay gran similitud entre las condiciones del encarcelamiento de nuestros días y en los días de Gandhi. Hubo un cambio dramático en la condición de las cárceles recién en 1980, a pesar de que Gandhi y sus colegas ya al principio del siglo XX y nosotros en las últimas décadas del mismo siglo ejercimos presión sobre el gobierno para humanizar el sistema carcelario. Al final, se permitió el ingreso de periódicos, de la radio y la televisión a las prisiones. En la última década del siglo XX, por cuentagotas, se permitieron camas para los presos; así que puedo decir que  acompañé progresivamente, desde el principio, estos cambios para mejor.

La primera vez que a mí, Mandela, me detuvieron era el 26 de junio del 1952 porque estaba organizando la Campaña de Desafío a las Leyes Injustas. Me retuvieron por algunos días en una celda de la policía hasta que me soltaron bajo caución. El primer encarcelamiento de Gandhi en enero del 1908 no incluía labores forzados; en aquella vez lo habían sentenciado a dos meses, pero lo soltaron a los 19 días. El General Smuts tenía miedo del empuje y del brío con que la lucha por medio de la  Resistencia Pasiva estaba acumulando, por lo que puso a Gandhi  en un tren en Johannesburg y lo recibió en su despacho en Pretoria, con el fin de lograr un compromiso.

A mí, Mandela, también me llamaron al despacho del que en mi época era el jefe del Estado, el General Botha. Me llevaron a Groote Schuur - pero eso ocurrió cuando yo ya había pasado veintiséis años en la cárcel En aquel entonces el gobierno blanco, auto proclamado “nacionalista”, se había dado cuenta que no era capaz de gobernar el país solo, sin compartir.
Gandhi pasó su primer cautiverio en la fortaleza de Johannesburg, lo mismo me pasó a mí en 1962, solamente que yo lo pasé en el hospital carcelario como preso preventivo.

Gandhi así describe sus dudas al ser condenado por primera vez: “¿Me van a dar un tratamiento especial como preso político? ¿Me van a separar de mis colegas encarcelados?”
Así era su soliloquio. Además, él iba a encontrarse ante un tribunal de la que en 1908 todavía era una colonia inglesa, y en aquel entonces él todavía guardaba un residuo de confianza en la justicia británica. Sin embargo, yo y mis colegas nos íbamos a encontrar en las celdas del ápartheid, por lo que no esperábamos que nos dieran privilegios porque éramos presos políticos.

Al contrario, esperábamos que la brutalidad del Gobierno blanco contra los presos políticos sea mayor. Mi primera condena en 1962 fue por cinco años por aquella "Gira por África”, que yo había preparado en secreto. Al principio estuve en la cárcel de Pretoria. Como Gandhi, conocimos de cerca los interiores de las cárceles en Transvaal. Sin embargo, Gandhi nunca estuvo en la isla de Robben Island en la colonia del Cabo, mientras que nosotros nunca pisamos el Volksrust, en Transvaal.

La filosofía de Gandhi era someterse a las condiciones de las cárceles porque, siendo un satyagrahi, él quería sufrir por la justicia y la libertad. En este sentido, nosotros nunca fuimos satygrahis. No aceptamos el sufrimiento, reaccionando en contra. En mi primer día en la cárcel yo, Mandela, no cooperé, me resistí  a toda orden. Me negué a ponerme los pantalones cortos reglamentarios de la cárcel, me negué a comer el rancho de la cárcel.
Me entregaron pantalones largos y me dieron comida algo más digerible, pero para ello pagué un precio muy alto: me encerraron en una celda incomunicada, y en esa celda solitaria descubrí que la compañía humana era infinitamente más valiosa que cualquier ventaja material.

Ropa y comida

Prácticamente no había diferencia entre la ropa adjudicada en 1962 y aquella que le dieron a Gandhi en 1908. El recuerda (en su semanario Indian Opinion del 2.1.1909) lo siguiente: “Después de desnudarnos, nos daban los uniformes carcelarios.
A cada uno le tocaba un pantalón corto, una camisa de fibra gruesa, una especie de chaleco (jumper), una gorra, una toalla, un par de medias y sandalias”. Casi la misma ropa carcelaria nos adjudicaron a nosotros.

Tampoco hubo mayor diferencia entre la comida de entonces y la nuestra. La base de la dieta era una mazamorra de maíz, pero a diferencia de él, nos dieron una cucharita de azúcar. La mazamorra de Gandhi no tenía azúcar. Al mediodía teníamos otra “comida”, que a veces incluía frijoles. Gandhi pasó mes y medio con una sola comida al día hecha de frijoles.

El no consideró correcto reclamar y escribió al respecto: “¿Cómo podemos quejarnos si hay cientos de presos que aceptan esas cosas? Una reclamación debe tener solamente una meta: conseguir alivio para otros presos. Dudo si mejoran las cosas si solamente de vez en cuando me quejo ante un carcelero de que me sirve demasiado pocas papas, logrando que me sirva algunas patatas más?
Alguna vez noté que me dieron una cucharada más a mí, en detrimento de un rancho destinado a otra persona. Desde entonces, dejé de reclamar comida adicional”.

Se negó a aceptar favores que solamente a él le ofrecieron, pero sí aceptó mejoras cuando éstas se hicieron extensivas a sus compañeros encarcelados. En la isla-cárcel de Robben Island, aplicamos el mismo principio.

Reclamamos en nombre de todos los presos, políticos o no, pero nunca a favor de un preso solo, exceptuando que existiera discriminación personal contra un individuo. En la cárcel, las necesidades de uno son reducidas a la fuerza, casi a cero; aquel que en esta situación humillada todavía logra pensar en sus compañeros de infortunio, su humanidad sobrepasa lo normal y él aprobó todos los “exámenes” de empatía.

Gandhi aprobó estos exámenes con la nota más alta. Yo estoy igualmente agradecido a que pude mantener mi “humanidad”, durante todo el tiempo que estuve encarcelado y, no solo yo, sino  también mis compañeros inmediatos.


Las celdas

Las celdas de 1962 eran comparables a aquellas de los primeros años de 1900. Gandhi describe su celda en Volksrust de la siguiente manera: “La ventilación era aceptable, con dos ventanitas bajo el techo interior y dos aberturas semiabiertas en la pared opuesta. No había luz eléctrica. La celda tenía una lámpara mortecina, un balde de agua y una taza de estaño.

Para las evacuaciones, había en la esquina un asiento con un balde en el cual había un fluido desinfectante. Nuestra cama constaba de dos planchas sobre pies de tres pulgadas, además de dos frazadas, (un insulto) de almohada y esteras en el suelo (según Indian Opinion 7.3.1908).

Nos encerraron de modo parecido, con un balde para las evacuaciones y agua potable en una botella de plástico. A pesar de que nosotros tuvimos luz eléctrica, estaba prendida toda la noche ya que el interruptor estaba fuera e la celda. No teníamos planchas de bunker para dormir. Dormíamos directamente en las esteras, sobre el suelo.

Cuando la celda era comunal, era tan igual como en la época de Gandhi: normalmente albergó entre 15 y 20 prisioneros, aunque esta cantidad variaba. La peor experiencia de Gandhi era compartir con 150 prisioneros una celda diseñada solo para 50 (Indian Opinion 28.3.1908).

Las facilidades para lavarse en la época de Gandhi eran peores que en nuestra época. Existían dos grandes “bañeras” de piedra y dos surtidores, he ahí la ducha. Además dos baldes para las evacuaciones y dos más para la orina –todo ello al aire libre porque el reglamento de las cárceles no permitió la privacidad. Una de las rutinas destructivas de su tiempo ya no existía en nuestra época. Por ejemplo dejaron a Ahmed Cachalia en un baño frío junto con otros presos durante varias horas, lo que le ocasionó una neumonía.


La rutina carcelaria

Existía un parecido notable entre la rutina en la cárcel en la época de Gandhi y en la nuestra. Tenía que ser así porque en la cárcel todo está en un punto muerto, no hay cambio. Hay solamente una manera de tratar a los presos, y esa manera única no debe cambiar.

Durante mi primera década de encarcelamiento, estábamos de pie a las 05:30, rápidamente nos lavábamos, doblábamos  nuestra “cama” y nos parábamos en línea recta contra la pared y en posición de ¡firmes! esperando la inspección.

Tan pronto como nos habían contado, nos íbamos en fila india a tomar desayuno, luego a regresar nuevamente en fila  india para el recuento antes de salir para el trabajo. El trabajo terminaba a las 04:30, seguido de otro recuento. Cuando llegábamos a los barracones, nos desnudaban completamente para el cacheo. A las 05:30 recibíamos la cena y nos encerraban para la noche.

Ahora veamos cómo recuerda Gandhi la rutina en su cárcel.
Son contados los presos cuando se les encierra y cuando se les permite salir de sus celdas.  Una campana suena a las 5:30 de la mañana para despertar a los presos. Todos tienen que levantarse, doblar sus sábanas y lavarse. La puerta de la celda se abre a las 6 cuando los prisioneros tienen que parar en “firme” con sus brazos cruzados y detrás de ellos, enrollada, las frazadas de la “cama”. Un centinela llama a cada preso por su nombre y éste tiene que contestar que está. Por una regla parecida, cada preso tiene que pararse al lado de su cama en el momento en que se echa llave a su puerta, en la noche. Cuando un funcionario llega para inspeccionar, los presos se quitan la gorra y lo saludan. Todos los presos llevaban gorras; era fácil quitarlas, y considero justificada la regla que tienen que quitárselas al saludar. La orden de formar se dio gritando “fall in” siempre y cuando llegara un funcionario. Las palabras “fall in” llegaron a ser nuestra matraca y eran tan inevitables como el rancho.  “Fall in”  significa “formar y firmes”. Cuatro o cinco veces al día se repitió ese grito  “formar y firmes”. Los prisioneros fueron encerrados a las cinco y media. Podían leer o conversar en su celda hasta las ocho de la noche. A las ocho todos tienen que "ir a la cama”, y los que no pueden dormir, también tienen que acostarse. Constituye una infracción de las Reglas Carcelarias el hablar después de las ocho. Los prisioneros nativos no cumplían estrictamente con esta regla, por lo que los guardianes  trataban de silenciarlos golpeando las paredes  con sus porras gritando “Thule, thule!” (Indian Opinion 21.3.1908).

Trabajos forzados

El trabajo físico forzado en la cantera es realmente duro e infinitamente más duro cuando el guardián está parado encima de ti y te obliga a trabajar aún más allá de lo que aguantas, más allá de lo que aguanta cualquier ser humano. Como nosotros, Gandhi tenía que prestar bastante “trabajo duro”, pero tanto sus camaradas como los míos sobrevivían la prueba para contar lo ocurrido. En lo que sigue se describe un día especial en la prisión de Volksrust.

“El día estaba extremadamente caliente. Todos los indos comenzaron su trabajo con gran energía. El guardián estaba irascible, gritó a todos los prisioneros para que sigan trabajando. Más gritó él, más nerviosos se pusieron los indos. Incluso vi a algunos con lágrimas en los ojos. Me di cuenta que uno de ellos tenía un pie hinchado. Seguí implorando a mis camaradas de trabajar lo mejor que podían, ignorando al guardián. Yo, también, estaba al límite de mis fuerzas. En las palmas de mis manos había ampollas grandes y la linfa filtró de ellas. Todo el tiempo yo estaba rogando a Dios que salve mi honor para que no colapse. El guardián comenzó a regañarme porque estaba “descansando”. En este momento vi cómo el señor Jhinabhai Desai se desmayó. Como no me era permitido dejar mi puesto de trabajo, dejé de trabajar un momento. El guardián corrió al lugar del colega desmayado. Mi conciencia me dijo que yo también debo ayudar y corrí allí. (Indian Opinion 9.11.1909)”.

Rociaron agua sobre el desmayado y reanimaron a Jhinabhai. Lo llevaron a su celda en una especie de coche”.
Este día extracaliente se repitió en nuestra isla carcelaria de Robben Island a principios de los años sesenta.

Igual que los indos de Gandhi, nosotros también en cierto día extra-caluroso trabajamos asiduamente durante tres horas cuando llegó el cansancio y algunos de nosotros comenzaron a estirar su cuerpo.  El guardián sin demora apareció a nuestro lado, injuriando y gritando y, dirigiéndose a Steven Tefu, un hombre altamente educado, un verdadero erudito y tan anciano que podría ser su abuelo, le gritó: ” Muchacho, estás aquí para trabajar!”

(Al origen del africaans es el holandés, africaans es el idioma práctico de los boers que todos hablaron,) Tefu reunió toda su dignidad y reprendió al guardián en alto holandés literario, lo que  le dejó al guardián atónito y confuso. El resultado de esta protesta era un alivio momentáneo para Tefu-  mejor resultado del que le había pasado a Jhinabhai.

Nos hicieron marchar a la cantera en grupos de a treinta, igual que hace dos generaciones a los indos de Gandhi. De él es la siguiente descripción (Indian Opinion 29.5.1909):

“A las siete de la mañana comienza el trabajo. En el primer día teníamos que remover el suelo en un campo cerca de la carretera principal y alistarlo para el cultivo.
Sacamos las piedras, llevándolas sobre nuestras cabezas.

Trabajamos en una cantera de cal. El brillo del sol sobre la blancura de la cal nos cegó.”

 Había momentos cuando Gandhi se preguntó atormentado si había hecho bien al exponer a sus compatriotas a este dolor y a esta pérdida de su dignidad. Lo que le salvó era atenerse a la decisión una vez sopesada y tomada.

“Si a una persona el sufrimiento le trae felicidad, entonces por qué preocuparse. Me alivió el corazón que soportando cualquier dolor ahora podíamos liberarnos de este <> durante el resto de nuestras vidas,.. Traté de animar a los otros con esta paz en mi conciencia”.

Prisioneros africanos
Durante su cautiverio en Pretoria, todos sus compañeros carcelarios eran africanos (les dijeron "nativos” a menudo, hasta nosotros los africanos a veces nos referimos a nuestros compatriotas raciales con este término). Los coprisioneros negros, viendo que este indo era tan diferente de ellos, estaban curiosos para ver qué hacía Gandhi entre ellos en la cárcel. ¿Había robado algo? ¿Había hecho contrabando con licor?

Gandhi explicó que se había negado a llevar un pasaporte. Eso sus compañeros carcelarios comprendían perfectamente. Muy bien”, le dijeron, “los blancos son malos”.  Al principio, a Gandhi le había chocado que sus indos fueron clasificados en la cárcel con los “nativos”. Los prejuicios de Gandhi eran claramente visibles, pero su reacción no se refirió a los “nativos” en general sino a los nativos que habían cometido un crimen. Según él, los indos merecían un lugar aparte en la cárcel. Hay que admitir que su actitud era ambivalente.

“Por otro lado, no ha sido tan negativo que nos han puesto en la misma clase con los “nativos” porque así se nos abrió la oportunidad de ver el trato que se da a los nativos en general,  la situación de ellos en la cárcel, sus costumbres”.

Sopesando el contexto de la época y de las circunstancias, hay que perdonar estos prejuicios a Gandhi.  Aquí estamos describiendo al joven Gandhi a quien todavía le falta camino para llegar a Mahatma. En aquella época su prejuicio principal era el prejuicio a favor de la Verdad y de la Justicia.

La convivencia con criminales
Los prisioneros políticos somos “prisioneros de conciencia” y como tales nos diferenciamos mucho de los demás prisioneros. Pero los dos grupos inevitablemente se encuentran y se mezclan y de ello pueden salir experiencias desagradables. Gandhi tenía una experiencia de estas desagradables y lo mismo me pasó a mí,  Mandela, después de mi primera condena. Me transportaron a la cárcel de Pretoria en una furgoneta cerrada. Conmigo viajó un miembro de la temible pandilla Msomi Gang, y como la furgoneta  se balanceó y zigzagueó, fui tirado sobre él.  No pude confiar en él y temí que era un agente policial.

Gandhi describe una noche en Johannesburgo en 1909.  Sus compañeros prisioneros le parecían salvajes, asesinos y sexualmente perversos.  Relata que dos de ellos querían comprometerlo en una conversación. Cuando él no podía comprenderlos, se burlaron y se mofaron de él. Luego uno de ellos se retiró a una cama donde otro preso estaba jugando. Los dos intercambiaron chistes obscenos y desnudaron los genitales uno del otro (Indian Opinion 1909).

“En otra oportunidad, un preso me asaltó en el baño. Los retretes tienen el acceso libre, no hay puertas. Tan pronto como me había sentado en una taza, llegó un nativo fuerte con aspecto intimidador. “¡Sal de allí!”, dijo, y me insultó. Contesté que iba a salir muy pronto. El no esperó, me levantó en sus brazos y me tiró afuera. Felizmente pude agarrar el marco de la puerta, lo que me salvó de caer al suelo” (Indian Opinion 1909). 

Gandhi y yo, Mandela, compartimos una gran suerte: los periódicos y los políticos estaban informados de todo lo que nos pasó. De modo que apenas salió a luz que nos habían abrumados con sufrimientos injustificados o con un tratamiento indigno, el público reaccionó. El asalto a Gandhi llegó a ser un tema de protesta en la India y en el parlamento británico, e incluso entre algunos liberales blancos en África del Sur.  

Aislamiento celular
Le encerraron incomunicado en Johannesburg en 1908 y en Pretoria en 1909, pero no porque él hubiese sido reacio y se hubiera negado a cooperar, no-  Gandhi realmente fue un preso modelo, sino porque las autoridades deseaban separarlo de sus camaradas: temieron su influencia sobre los demás presos. Su celda tenía setenta pies cuadrados, el suelo estaba de alquitrán. En la noche constantemente había una luz semiapagada y mortecina, que los guardianes prendieron a plena cuatro o seis veces en la noche como aviso que todavía ellos tenían el control. La celda estaba completamente vacía. Gandhi la medió a pasos de pared a pared y el guardián le gritó; "Gandhi, deja de caminar tanto, malogras mi suelo”. Refiere: "Aún cuando iba al retrete, un guardián se paró a mi lado para controlar. Si por casualidad el guardián no me conocía, gritó: “¡Sam, sal ahora!”. Cualquier indo llevaba el apodo Sam, y en estos días y por muchos años más, también lo llamaron “Sammy”. Igualmente todo africano masculino recibía el mote “John”, toda mujer africano era “Annie” y toda mujer inda era “Mary”.

Cuando yo, Mandela, me recuerdo de mis épocas en la celda incomunicada, no hay diferencia. Lo peor del aislamiento celular, aparte de estar separado de la compañía humana, es la ausencia de ejercicio físico y de aire fresco. Ello empeora tú salud. Además, te dan trabajo forzado también en tú  celda, en lugar de poder cumplir con este “trabajo duro” como miembro de un equipo de presos. El “trabajo duro” adjudicado a Gandhi era unir cosiendo frazadas desgastadas. Como él quería ser un preso modelo, se consagró a esta tarea con esmero meticuloso. Estaba sentado en el suelo y se agachó sobre su trabajo, semana tras semana. Se sacó una neuralgia severa y se le infeccionaron sus pulmones, pero nunca zafó de su deber.

Gandhi en la cárcel se enseñó a su mismo el idioma indo Tamil, yo, Mandela, me enseñé Africaans. Gandhi escribe que uno de los más importantes beneficios que le regaló la cárcel era la oportunidad de leer libros. Leyó vorazmente siempre cuando le fue posible, incluso se paró bajo la bombilla mortecina, atrapando cualquier luminosidad. Durante tres meses leyó 30 libros con temática variando desde Thoreau, un filósofo occidental, hasta las escrituras religiosas como el Corán, la Biblia, la Guita y los Úpanishads. Leyó en inglés y en gujerati. Para mí, Mandela, los libros también eran mi refugio, siempre y cuando se me permitieron. Gandhi escribe que los libros salvaron a su mente de “pasearse como el mono” y también de inmovilizarse en pensamientos indeseables. El peor castigo eran esos “pensamientos indeseables”: preocupaciones sobre la familia, recuerdos de los enfermos y las personas enfermas. Los dos, Gandhi y yo, Mandela, pasamos por períodos cuando  nuestras esposas estaban también en la cárcel. En varias oportunidades dos hijos de Gandhi -Manilas y Harilal- simultáneamente estaban en la cárcel. 

La más penosa experiencia de Gandhi debe haber sido cuando le dijeron que su esposa Kasturba estaba críticamente enferma. Le dieron la opción de pagar su multa y viajar volando adonde ella en cama, pero su compromiso con Satyágrah no le permitió aceptar eso. Así que le escribió una carta en idioma gujerati, pero las autoridades la incautaron ya que la censura no podía leer el gujerati. Tenía que limitarse a enviarle un mensaje indirecto en una carta a su hijo. Para mí, Mandela, los momentos más duros de prueba eran cuando mi hijo murió en un accidente y falleció mi madre. Llevé mi luto solo.

De esta manera soportó Gandhi sus prisiones al comienzo del siglo veinte. A pesar de que dos generaciones nos separan, permanece un vínculo íntimo entre nosotros gracias a que tuvimos experiencias parecidas en la cárcel, debido a nuestro rechazo radical de las leyes injustas y debido al repudio a la VIOLENCIA que amenaza  nuestros esfuerzos por la paz y la reconciliación.

Nelson Mandela, reproducido en Sarvódaya, Vol. 4, No. 5., Special Issue 2006 Gandhi Jayanti.