Dos generaciones después de M.K. Gandhi (que entonces todavía no era el
Mahatma), Nelson Mandela pasó veintiún años en la isla de Robben Island frente
a Ciudad de Cabo, en cierta forma incomunicado porque cuando salió (de otra
cárcel) después de un total de veintisiete años, la evolución en la Sociedad
Global como la emancipación de la mujer, el sida, los micrófonos modernos, el
internet y otras cosas le eran desconocidas. Lo soltaron recién cuando no
podían mantener ya la ficción de la supremacía blanca, siendo inminente una
guerra civil entre los blancos y los negros.
He aquí la comparación de las cárceles en las
propias palabras de Nelson Mandela
Gandhi desafió y amenazó al
gobierno racista de Sudáfrica durante la primera y la segunda década del siglo
XX como no lo hizo ningún otro hombre. Él fundó la primera organización política
anticolonial en Sudáfrica y posiblemente en el mundo en 1894: el Natal
Indian Congress. Recién en 1902 se fundó el Congreso Popular Africano, el
APO. El ANC (en el cual militó Mandela) fue fundado en 1912, de modo que tanto
el APO como el ANC eran testigos de la lucha de Gandhi con los medios de
Satyagraha de Gandhi que comenzó en 1907 y llegó a su culminación
en 1913 con la épica marcha de cinco mil (5000) obreros contratados en las
minas de carbón de Natal. Esta Marcha evocó una respuesta masiva de las mujeres
indígenas que incitaron a los obreros indos de asociarse a la huelga. Ello era
el comienzo de las “marchas a la Libertad” y de deserciones del
puesto del trabajo que llegaron a ser tan características en nuestra
lucha por la libertad en la era del ápartheid. También nuestra campaña de
Desafío del 1952 siguió bastante el modelo inventado por Gandhi.
De modo que se puede decir que la Lucha Inda tiene su
raíz en la Lucha Africana. M.K. Gandhi y John Dube, el primer presidente del
Congreso Nacional Africano, eran vecinos en Inanda y los dos se
influenciaron mutuamente ya que los dos hombres, aproximadamente al mismo
momento, solo a tiro de piedra uno del otro, fundaron dos monumentos al
desarrollo humano: el Instituto Oblange del Sr. Dube y el Asentamiento Phoenix
del Sr. Gandhi. Las dos instituciones hoy en día (aproximadamente 1956) sufren
de la ola de violencia que asedia la región, pero ambos, así lo espero, se volverán
a levantar como el ave fénix, para llevarnos a alturas que nunca imaginamos.
Durante sus veintitrés años en Sudáfrica,
Gandhi fue condenado a cuatro penas de prisión. La primera estadía de dos
meses comenzó el 10 de enero de 1908, la segunda de tres meses
comenzó el 7 de octubre de 1908, la tercera, también de tres meses, comenzó el
25 de febrero y a la cuarta, para nueve meses de trabajos forzados, se le
condenó el 11 de noviembre de 1913. De estas condenas él purgó realmente sólo
siete meses y diez días. En la primera ocasión y en la última, lo soltaron
dentro de pocas semanas porque el gobierno de entonces, representado por el General
Smuts, prefirió resolver los problemas mediante negociaciones a verse
enfrentado por el Satyagraha, lo que le iba a atraer el oprobio internacional.
En todas las cuatro ocasiones,
arrestaron a Gandhi en el momento que él quería y porque él así lo quería. En
aquel entonces no había redadas a media noche cuando la gente dormía y la
policía no lo apresó de sorpresa. No se le acusó
de conspiración contra el Estado, ni de promover organizaciones
prohibidas ni de instigar a la violencia “interracial”. Todavía el Estado
no había inventado el amplio repertorio de las llamadas “leyes de seguridad”
con las cuales nosotros en nuestra época teníamos que lidiar. Todavía no había
la Ley contra el Terrorismo, no había la "Ley contra los Comunistas” ni la
“Ley de la Seguridad Interna” y, todavía, el detenido tenía derecho al juicio
oral sobre el mantenimiento de su prisión preventiva. El control por el Estado
todavía no era tan completo como lo es hoy día; faltaba todavía que los
“nacionalistas” inventaran la ideología de la separación de razas o ápartheid
cuya consecuencia era su Estado Policiaco. Detuvieron a Gandhi porque él a
propósito violó, por injustas, las leyes que discriminaron contra los indos y
violaron su dignidad y su libertad. Lo llevaron a la cárcel porque se negó a
inscribirse para cierto certificado o porque se negó a llevar un “permiso’” que
cumpliera con la llamada “Ley de los asiáticos en el Transvaal” (TARA) y
porque, encima de ello, ¡instigó a otros de hacer lo mismo!
Cuando la ápartheid todavía estaba en sus
pañales, nosotros, igualmente, organizamos detenciones en los momentos
preferidos por nosotros mediante nuestra Campaña de Resistencia a las
Leyes Injustas, pero a eso de los finales de los años sesenta, la Violencia del
Estado había llegado a tal intensidad que la Resistencia Pasiva (a modelo de
Gandhi) nos parecía inútil. Literalmente nos sacaron de nuestras camas y nos
llevaron a empujones a la cárcel. Nuestra “resistencia”, en lugar de traernos
alivio, provocó al Gobierno de promulgar las llamadas leyes de seguridad,
tratando de erigir un Muro contra toda nuestra resistencia. Pero que el lector
no dude que la resistencia de Gandhi provocó medidas rigurosas contra él y sus
seguidores. Los indos sufrieron represalias terribles: los deportaron a la
India y varios grupos de ellos pasaron semanas navegando en ambas direcciones,
desde Bombay a Durban, en entrepuente de tercera clase, porque se negaron a
desembarcar en la India, insistiendo que bajarían a tierra solamente en
Sudáfrica porque allí habían nacido.
Era cierto que la mayoría de estos deportados había nacido en
Sudáfrica y para ellos la India era un país extranjero. Otros entre ellos (como
Ahmed Cachalia y E.I.Asvat) habían perdido sus negocios lucrativos, y sus
acreedores blancos a la fuerza los obligaron a declarase en quiebra –una
“insolvencia” en contraste con el buen funcionamiento de sus negocios. Los
acreedores blancos se resintieron que los indos eran obstinados, obligándolos a
la liquidación de sus activos para devolver el dinero prestado a ellos, sus
acreedores. Había otros que sufrieron la subasta de sus bienes con la sola
justificación de que el gobierno quería sacar de ello las
multas que se negaron a pagar los satyágrahis: por su actitud desafiante
mostraron su rechazo de leyes injustas. El mismo Gandhi fue tratado de manera
extremadamente vergonzosa en repetidas ocasiones y debo decir que nosotros no
sufrimos nada parecido. En dos oportunidades, durante su traslado desde
Volksrust a Johannesburg y de allí a Pretoria, lo hicieron marchar desde el
calabozo hasta la estación de ferrocarril en atuendo carcelero, con las manos
esposadas, y cargando en su cabeza los útiles que tiene cada prisionero.
Aquellos que lo vieron o les subía la cólera o les salieron las lágrimas. Para
Gandhi, sin embargo, ello era parte de su sufrimiento voluntariamente aceptado
como aporte a la lucha contra la inhumanidad.
La situación dentro de las cárceles
Hay gran similitud entre las condiciones del encarcelamiento en nuestros
días y en los días de Gandhi. Había un cambio dramático en la condición de las
cárceles recién en 1980, a pesar de que Gandhi y sus colegas ya al principio
del siglo XX y nosotros en las últimas décadas del mismo siglo ejercimos
presión sobre del gobierno para humanizar el sistema carcelero. Al fin se
permitió el ingreso de periódicos, de la radio y la televisión. En la última
década del siglo XX por cuentagotas se permitieron camas para los presos; así
que puedo decir que yo acompañé estos cambios para mejorar progresivamente
desde el principio.
La primera vez que me detuvieron era el 26 de junio del 1952 porque
estaba organizando la Campaña de Desafío a las Leyes Injustas. Me retuvieron
por algunos días en una celda de la policía hasta que me soltaron bajo caución.
El primer encarcelamiento de Gandhi en enero del 1908 no incluía labores
forzadas; en aquella vez lo habían sentenciado a dos meses, pero lo soltaron a
los 19 días. El general Smuts tenía miedo del empuje, del brío que la lucha con
la Resistencia Pasiva estaba acumulando, por lo que puso a Gandhi en un tren en
Johannesburg y lo recibió en su despacho en Pretoria, con el fin de elaborar un
compromiso.
A mi también me llamaron al despacho del que en mi
época era el jefe del Estado, el general Botha. Me llevaron a Groote Schuur,
pero eso ocurrió cuando yo ya había pasado veintiséis años en la
cárcel. En aquel entonces el gobierno blanco llamado “nacionalista” se había
dado cuenta que no era capaz de gobernar el país solo, sin compartir.
Gandhi pasó su primer cautiverio en la fortaleza de Johannesburg, lo mismo me
pasó a mí en 1962, solamente que yo lo pasé en el hospital carcelario como
preso preventivo.
Gandhi así sus dudas describe al ser
condenado por primera vez: “¿Me van a dar un tratamiento especial como preso
político? ¿Me van a separar de mis colegas encarcelados?” Así era su
soliloquio. Además, él iba a encontrarse ante un tribunal de la que en 1908
todavía era una colonia inglesa, y en aquel entonces él todavía guardó un resto
de confianza en la justicia británica. Yo y mis colegas nos íbamos a encontrar
en las celdas del ápartheid, por lo que no esperamos que nos dieran privilegios
porque éramos presos políticos. Al contrario, esperábamos que la brutalidad del
gobierno blanco contra los presos políticos fuera a ser mayor. Mi primera
condena en 1962 era por cinco años por aquella”gira por África” que yo
había perpetrado incógnito. Al principio estuve en la cárcel de Pretoria.
Como Gandhi conocimos de cerca los interiores de la cárcel en Transvaal. Sin
embargo, Gandhi nunca estuvo en la isla de Robben Island en la colonia del
Cabo, mientras que nosotros nunca pisamos el Volksrust en Transvaal.
La filosofía de Gandhi era de someterse a las
condiciones de las cárceles porque, siendo un satyagrahi, él quería sufrir para
la justicia y la libertad. En este sentido, nosotros nunca estuvimos satyagrahis.
No aceptamos el sufrimiento, reaccionamos en contra. En mi primer día en la
cárcel
Gandhi
desafió y amenazó al Gobierno racista de Sudáfrica durante la primera y la
segunda década del siglo XX, como nunca antes lo hecho hombre alguno.
El creó la
primera organización política anticolonial en Sudáfrica, y posiblemente en el
mundo, al fundar en 1894 el Natal Indian
Congress. Recién en 1902 se fundó el Congreso Popular Africano, el APO. El
ANC (en el cual militó Mandela) fue fundado en 1912, de modo que tanto el APO
como el ANC fueron testigos fuertemente influidos por el combativo movimiento
Satyagraha de Gandhi, iniciado en 1907 y culminando en 1913, con la épica
marcha de cinco mil (5000) obreros contratados en las minas de carbón de Natal.
Esta Marcha provocó
una respuesta masiva de las mujeres indas que incitaron a los obreros indos a
asociarse a la huelga. Dicha marcha emblemática constituye el antecedente y
referente de todas las otras “marchas a la Libertad” y de los abandonos voluntarios del puesto del
trabajo que llegaron a ser tan distintivos en nuestra lucha por la
libertad, en la era del ápartheid. Igualmente, nuestra “Campaña de Desafío” del
1952 prosiguió en mucho el modelo creado por Gandhi.
De alguna
manera, se puede afirmar que la Lucha India tiene su raíz en la Lucha Africana.
M.K. Gandhi y John Dube, el primer presidente del Congreso Nacional
Africano, eran vecinos en Inanda y los dos se influyeron mutuamente - ya
que los dos hombres, aproximadamente al mismo tiempo, solo a tiro de piedra uno
del otro, fundaron dos monumentos al desarrollo humano: el Instituto Oblange
del señor Dube y el Asentamiento Phoenix del señor Gandhi. Las dos instituciones
hoy en día (aproximadamente el año 1956) sufren de la ola de violencia que
asedia la región, pero ambos, así lo espero, se volverán a levantar como el ave
fénix, para llevarnos a alturas que nunca imaginamos.
Durante los
21 años en África del Sur, sentenciaron a Gandhi cuatro veces a la cárcel. La
primera, de dos meses, comenzó el 10 de enero de 1908; la segunda, de
tres meses, comenzó el 7 de octubre de 1908; la tercera, también de tres meses,
comenzó el 25 de febrero; y la cuarta, castigado con nueve meses de trabajos
forzados, fue condenado el 11 de noviembre de 1913.
De estas
condenas él purgó realmente sólo siete meses y diez días. En la primera y
última ocasión lo soltaron después de pocas semanas, porque el gobierno de entonces,
bajo el mando del General Smuts, prefirió resolver los problemas mediante negociaciones
al verse enfrentado por el Satyagraha,
lo que le iba a atraer el oprobio internacional.
En las
cuatro ocasiones arrestaron a Gandhi, en el momento que él quería y porque él
así lo quería. En aquel entonces no había redadas a media noche cuando la gente
dormía y la policía no lo apresó de sorpresa. No se le acusó de conspiración contra el Estado, ni de promover
organizaciones prohibidas ni de instigar a la violencia “inter-racial”. Todavía
el Estado no había inventado el amplio repertorio de las llamadas “leyes de
seguridad”, con las cuales nosotros, dos generaciones
después, tuvimos que lidiar.
Todavía no
había la Ley contra el Terrorismo, no había la „Ley contra los Comunistas”, ni
la “Ley de la Seguridad Interna” - y el detenido aun tenía derecho al juicio
oral referente a su prisión preventiva. El control del Estado no era aun tan
completo como lo es hoy día; faltaba todavía que los “Nacionalistas” blancos inventaran la ideología de la
separación de razas o ápartheid cuya consecuencia fue su Estado Policial.
Detuvieron a
Gandhi, porque él a propósito violó, por injustas, las leyes que discriminaron
contra los indios y violentaron su dignidad y libertad. Lo llevaron a la cárcel
porque se negó a inscribirse para cierto certificado - o porque se negó a
llevar consigo un “permiso’ - que cumpliera con la “Ley contra los Asiáticos en el Transvaal” (TARA) y porque, encima
de ello, ¡instigó a otros de hacer lo mismo!
Cuando el
ápartheid estaba aun en sus pañales, también nosotros organizamos detenciones
en los momentos preferidos por nosotros,
mediante nuestra Campaña de Resistencia a las Leyes Injustas.
Pero a eso
de los finales de los años sesenta, la Violencia del Estado había llegado a tal
intensidad que la Resistencia Pasiva (a modelo de Gandhi) nos parecía inútil.
Literalmente, nos sacaron de nuestras camas y nos llevaron a empujones a la
cárcel. Nuestra “resistencia”, en lugar de traernos alivio, provocó que el
Gobierno promulgara las llamadas leyes de seguridad, tratando de construir un MURO contra toda nuestra resistencia.
Pero que el
lector no lo dude: la resistencia de Gandhi
provocó medidas rigurosas contra él y sus seguidores. Los indios sufrieron
represalias terribles: los deportaron a la India y varios grupos de ellos
pasaron semanas navegando en ambas direcciones, desde Bombay a Durban, en
entrepuente de tercera clase, porque se negaron a desembarcar en la India,
insistiendo que bajarían a tierra solamente en Sudáfrica ya que allí habían
nacido.
Era cierto
que la mayoría de estos deportados había nacido en Sudáfrica y para ellos la
India era un país extranjero. Otros entre ellos (como Ahmed Cachalia y E.I.
Asvat) habían perdido sus negocios lucrativos, y sus acreedores blancos a la
fuerza los obligaron a declarase en quiebra – una “insolvencia” en contraste
con el buen funcionamiento de sus negocios.
Los
acreedores blancos se resintieron que los indos fueran obstinados, obligándolos
a la liquidación de sus activos para devolver el dinero prestado a ellos, sus acreedores.
Había otros que sufrieron la subasta de sus bienes con la sola justificación de
que el Gobierno quería de ello sacar las multas que se negaron a pagar los satyagrahis:
por su actitud desafiante mostraron su rechazo a las leyes injustas.
El mismo
Gandhi fue tratado de manera extremadamente vergonzante, en repetidas ocasiones
- y debo decir que nosotros no sufrimos nada parecido. En dos oportunidades,
durante su traslado desde Volksrust a Johannesburg y de allí a Pretoria, lo
hicieron marchar desde el calabozo hasta la estación de ferrocarril en atuendo
carcelero, con las manos esposadas, y cargando en su cabeza los útiles que
tiene cada prisionero.
Aquellos que
lo vieron o les subía la cólera o les salieron las lágrimas. Para Gandhi, sin
embargo, ello era parte de su sufrimiento, que el aceptaba voluntariamente,
como su aporte a la lucha en contra la inhumanidad.
La situación dentro de las cárceles
Hay gran
similitud entre las condiciones del encarcelamiento de nuestros días y en los
días de Gandhi. Hubo un cambio dramático en la condición de las cárceles recién
en 1980, a pesar de que Gandhi y sus colegas ya al principio del siglo XX y
nosotros en las últimas décadas del mismo siglo ejercimos presión sobre el
gobierno para humanizar el sistema carcelario. Al final, se permitió el ingreso
de periódicos, de la radio y la televisión a las prisiones. En la última década
del siglo XX, por cuentagotas, se permitieron camas para los presos; así que
puedo decir que acompañé progresivamente,
desde el principio, estos cambios para mejor.
La primera
vez que a mí, Mandela, me detuvieron era el 26 de junio del 1952 porque estaba
organizando la Campaña de Desafío a las Leyes Injustas. Me retuvieron por
algunos días en una celda de la policía hasta que me soltaron bajo caución. El
primer encarcelamiento de Gandhi en enero del 1908 no incluía labores forzados;
en aquella vez lo habían sentenciado a dos meses, pero lo soltaron a los 19
días. El General Smuts tenía miedo del empuje y del brío con que la lucha por
medio de la Resistencia Pasiva estaba
acumulando, por lo que puso a Gandhi en un tren en Johannesburg y lo
recibió en su despacho en Pretoria, con el fin de lograr un compromiso.
A mí,
Mandela, también me llamaron al despacho del que en mi época era el jefe del
Estado, el General Botha. Me llevaron a Groote Schuur - pero eso ocurrió cuando
yo ya había pasado veintiséis años en la cárcel En aquel entonces el gobierno
blanco, auto proclamado “nacionalista”, se había dado cuenta que no era capaz
de gobernar el país solo, sin compartir.
Gandhi pasó
su primer cautiverio en la fortaleza de Johannesburg, lo mismo me pasó a mí en
1962, solamente que yo lo pasé en el hospital carcelario como preso preventivo.
Gandhi así
describe sus dudas al ser condenado por primera vez: “¿Me van a dar un
tratamiento especial como preso político? ¿Me van a separar de mis colegas
encarcelados?”
Así era su
soliloquio. Además, él iba a encontrarse ante un tribunal de la que en 1908
todavía era una colonia inglesa, y en aquel entonces él todavía guardaba un
residuo de confianza en la justicia británica. Sin embargo, yo y mis colegas
nos íbamos a encontrar en las celdas del ápartheid, por lo que no esperábamos
que nos dieran privilegios porque éramos presos políticos.
Al
contrario, esperábamos que la brutalidad del Gobierno blanco contra los presos
políticos sea mayor. Mi primera condena en 1962 fue por cinco años por aquella "Gira
por África”, que yo había preparado en secreto. Al principio estuve en la
cárcel de Pretoria. Como Gandhi, conocimos de cerca los interiores de las cárceles
en Transvaal. Sin embargo, Gandhi nunca estuvo en la isla de Robben Island en
la colonia del Cabo, mientras que nosotros nunca pisamos el Volksrust, en
Transvaal.
La filosofía
de Gandhi era someterse a las condiciones de las cárceles porque, siendo un
satyagrahi, él quería sufrir por la justicia y la libertad. En este sentido,
nosotros nunca fuimos satygrahis. No aceptamos el sufrimiento, reaccionando en
contra. En mi primer día en la cárcel yo, Mandela, no cooperé, me resistí a toda orden. Me negué a ponerme los
pantalones cortos reglamentarios de la cárcel, me negué a comer el rancho de la
cárcel.
Me
entregaron pantalones largos y me dieron comida algo más digerible, pero para
ello pagué un precio muy alto: me encerraron en una celda incomunicada, y en
esa celda solitaria descubrí que la compañía humana era infinitamente más
valiosa que cualquier ventaja material.
Ropa y
comida
Prácticamente
no había diferencia entre la ropa adjudicada en 1962 y aquella que le dieron a
Gandhi en 1908. El recuerda (en su semanario Indian Opinion del 2.1.1909) lo siguiente: “Después de desnudarnos,
nos daban los uniformes carcelarios.
A cada uno
le tocaba un pantalón corto, una camisa de fibra gruesa, una especie de chaleco
(jumper), una gorra, una toalla, un par de medias y sandalias”. Casi la misma
ropa carcelaria nos adjudicaron a nosotros.
Tampoco hubo
mayor diferencia entre la comida de entonces y la nuestra. La base de la dieta
era una mazamorra de maíz, pero a diferencia de él, nos dieron una cucharita de
azúcar. La mazamorra de Gandhi no tenía azúcar. Al mediodía teníamos otra “comida”,
que a veces incluía frijoles. Gandhi pasó mes y medio con una sola comida al
día hecha de frijoles.
El no
consideró correcto reclamar y escribió al respecto: “¿Cómo podemos quejarnos si
hay cientos de presos que aceptan esas cosas? Una reclamación debe tener solamente
una meta: conseguir alivio para otros presos. Dudo si mejoran las cosas si solamente
de vez en cuando me quejo ante un carcelero de que me sirve demasiado pocas
papas, logrando que me sirva algunas patatas más?
Alguna vez
noté que me dieron una cucharada más a mí, en detrimento de un rancho destinado
a otra persona. Desde entonces, dejé de reclamar comida adicional”.
Se negó a
aceptar favores que solamente a él le ofrecieron, pero sí aceptó mejoras cuando
éstas se hicieron extensivas a sus compañeros encarcelados. En la isla-cárcel
de Robben Island, aplicamos el mismo principio.
Reclamamos
en nombre de todos los presos, políticos o no, pero nunca a favor de un preso
solo, exceptuando que existiera discriminación personal contra un individuo. En
la cárcel, las necesidades de uno son reducidas a la fuerza, casi a cero; aquel
que en esta situación humillada todavía logra pensar en sus compañeros de infortunio,
su humanidad sobrepasa lo normal y él aprobó todos los “exámenes” de empatía.
Gandhi
aprobó estos exámenes con la nota más alta. Yo estoy igualmente agradecido a
que pude mantener mi “humanidad”, durante todo el tiempo que estuve encarcelado
y, no solo yo, sino también mis compañeros
inmediatos.
Las celdas
Las celdas
de 1962 eran comparables a aquellas de los primeros años de 1900. Gandhi
describe su celda en Volksrust de la siguiente manera: “La ventilación era
aceptable, con dos ventanitas bajo el techo interior y dos aberturas semiabiertas
en la pared opuesta. No había luz eléctrica. La celda tenía una lámpara mortecina,
un balde de agua y una taza de estaño.
Para las
evacuaciones, había en la esquina un asiento con un balde en el cual había un
fluido desinfectante. Nuestra cama constaba de dos planchas sobre pies de tres
pulgadas, además de dos frazadas, (un insulto) de almohada y esteras en el
suelo (según Indian Opinion
7.3.1908).
Nos
encerraron de modo parecido, con un balde para las evacuaciones y agua potable
en una botella de plástico. A pesar de que nosotros tuvimos luz eléctrica,
estaba prendida toda la noche ya que el interruptor estaba fuera e la celda. No
teníamos planchas de bunker para dormir. Dormíamos directamente en las esteras,
sobre el suelo.
Cuando la
celda era comunal, era tan igual como en la época de Gandhi: normalmente
albergó entre 15 y 20 prisioneros, aunque esta cantidad variaba. La peor
experiencia de Gandhi era compartir con 150 prisioneros una celda diseñada solo
para 50 (Indian Opinion 28.3.1908).
Las
facilidades para lavarse en la época de Gandhi eran peores que en nuestra
época. Existían dos grandes “bañeras” de piedra y dos surtidores, he ahí la ducha.
Además dos baldes para las evacuaciones y dos más para la orina –todo ello al
aire libre porque el reglamento de las cárceles no permitió la privacidad. Una
de las rutinas destructivas de su tiempo ya no existía en nuestra época. Por
ejemplo dejaron a Ahmed Cachalia en un baño frío junto con otros presos durante
varias horas, lo que le ocasionó una neumonía.
La rutina
carcelaria
Existía un
parecido notable entre la rutina en la cárcel en la época de Gandhi y en la
nuestra. Tenía que ser así porque en la cárcel todo está en un punto muerto, no
hay cambio. Hay solamente una manera de tratar a los presos, y esa manera única
no debe cambiar.
Durante mi
primera década de encarcelamiento, estábamos de pie a las 05:30, rápidamente
nos lavábamos, doblábamos nuestra “cama”
y nos parábamos en línea recta contra la pared y en posición de ¡firmes! esperando
la inspección.
Tan pronto
como nos habían contado, nos íbamos en fila india a tomar desayuno, luego a
regresar nuevamente en fila india para
el recuento antes de salir para el trabajo. El trabajo terminaba a las 04:30,
seguido de otro recuento. Cuando llegábamos a los barracones, nos desnudaban
completamente para el cacheo. A las 05:30 recibíamos la cena y nos encerraban
para la noche.
Ahora veamos
cómo recuerda Gandhi la rutina en su cárcel.
Son contados
los presos cuando se les encierra y cuando se les permite salir de sus
celdas. Una campana suena a las 5:30 de
la mañana para despertar a los presos. Todos tienen que levantarse, doblar sus
sábanas y lavarse. La puerta de la celda se abre a las 6 cuando los prisioneros
tienen que parar en “firme” con sus brazos cruzados y detrás de ellos, enrollada,
las frazadas de la “cama”. Un centinela llama a cada preso por su nombre y éste
tiene que contestar que está. Por una regla parecida, cada preso tiene que
pararse al lado de su cama en el momento en que se echa llave a su puerta, en
la noche. Cuando un funcionario llega para inspeccionar, los presos se quitan
la gorra y lo saludan. Todos los presos llevaban gorras; era fácil quitarlas, y
considero justificada la regla que tienen que quitárselas al saludar. La orden
de formar se dio gritando “fall in” siempre y cuando llegara un funcionario.
Las palabras “fall in” llegaron a ser nuestra matraca y eran tan inevitables
como el rancho. “Fall in” significa “formar y firmes”. Cuatro o cinco
veces al día se repitió ese grito
“formar y firmes”. Los prisioneros fueron encerrados a las cinco y
media. Podían leer o conversar en su celda hasta las ocho de la noche. A las
ocho todos tienen que "ir a la cama”, y los que no pueden dormir, también
tienen que acostarse. Constituye una infracción de las Reglas Carcelarias el
hablar después de las ocho. Los prisioneros nativos no cumplían estrictamente
con esta regla, por lo que los guardianes
trataban de silenciarlos golpeando las paredes con sus porras gritando “Thule, thule!” (Indian Opinion 21.3.1908).
Trabajos
forzados
El trabajo
físico forzado en la cantera es realmente duro e infinitamente más duro cuando
el guardián está parado encima de ti y te obliga a trabajar aún más allá de lo
que aguantas, más allá de lo que aguanta cualquier ser humano. Como nosotros,
Gandhi tenía que prestar bastante “trabajo duro”, pero tanto sus camaradas como
los míos sobrevivían la prueba para contar lo ocurrido. En lo que sigue se
describe un día especial en la prisión de Volksrust.
“El día
estaba extremadamente caliente. Todos los indos comenzaron su trabajo con gran
energía. El guardián estaba irascible, gritó a todos los prisioneros para que
sigan trabajando. Más gritó él, más nerviosos se pusieron los indos. Incluso vi
a algunos con lágrimas en los ojos. Me di cuenta que uno de ellos tenía un pie
hinchado. Seguí implorando a mis camaradas de trabajar lo mejor que podían,
ignorando al guardián. Yo, también, estaba al límite de mis fuerzas. En las palmas
de mis manos había ampollas grandes y la linfa filtró de ellas. Todo el tiempo
yo estaba rogando a Dios que salve mi honor para que no colapse. El guardián
comenzó a regañarme porque estaba “descansando”. En este momento vi cómo el
señor Jhinabhai Desai se desmayó. Como no me era permitido dejar mi puesto de
trabajo, dejé de trabajar un momento. El guardián corrió al lugar del colega
desmayado. Mi conciencia me dijo que yo también debo ayudar y corrí allí. (Indian Opinion 9.11.1909)”.
Rociaron
agua sobre el desmayado y reanimaron a Jhinabhai. Lo llevaron a su celda en una
especie de coche”.
Este día
extracaliente se repitió en nuestra isla carcelaria de Robben Island a principios
de los años sesenta.
Igual que
los indos de Gandhi, nosotros también en cierto día extra-caluroso trabajamos
asiduamente durante tres horas cuando llegó el cansancio y algunos de nosotros
comenzaron a estirar su cuerpo. El guardián
sin demora apareció a nuestro lado, injuriando y gritando y, dirigiéndose a
Steven Tefu, un hombre altamente educado, un verdadero erudito y tan anciano
que podría ser su abuelo, le gritó: ” Muchacho, estás aquí para trabajar!”
(Al origen
del africaans es el holandés, africaans es el idioma práctico de los boers que
todos hablaron,) Tefu reunió toda su dignidad y reprendió al guardián en alto
holandés literario, lo que le dejó al
guardián atónito y confuso. El
resultado de esta protesta era un alivio momentáneo para Tefu- mejor resultado del que le había pasado a
Jhinabhai.
Nos hicieron
marchar a la cantera en grupos de a treinta, igual que hace dos generaciones a
los indos de Gandhi. De él es la siguiente descripción (Indian Opinion
29.5.1909):
“A las siete
de la mañana comienza el trabajo. En el primer día teníamos que remover el
suelo en un campo cerca de la carretera principal y alistarlo para el cultivo.
Sacamos las
piedras, llevándolas sobre nuestras cabezas.
Trabajamos
en una cantera de cal. El brillo del sol sobre la blancura de la cal nos cegó.”
Había momentos cuando Gandhi se preguntó
atormentado si había hecho bien al exponer a sus compatriotas a este dolor y a
esta pérdida de su dignidad. Lo que le salvó era atenerse a la decisión una vez
sopesada y tomada.
“Si a una
persona el sufrimiento le trae felicidad, entonces por qué preocuparse. Me
alivió el corazón que soportando cualquier dolor ahora podíamos liberarnos de
este <> durante el resto de nuestras vidas,.. Traté de
animar a los otros con esta paz en mi conciencia”.
Prisioneros
africanos
Durante su
cautiverio en Pretoria, todos sus compañeros carcelarios eran africanos (les
dijeron "nativos” a menudo, hasta nosotros los africanos a veces nos
referimos a nuestros compatriotas raciales con este término). Los coprisioneros
negros, viendo que este indo era tan diferente de ellos, estaban curiosos para
ver qué hacía Gandhi entre ellos en la cárcel. ¿Había robado algo? ¿Había hecho
contrabando con licor?
Gandhi
explicó que se había negado a llevar un pasaporte. Eso sus compañeros carcelarios
comprendían perfectamente. Muy bien”, le dijeron, “los blancos son malos”. Al principio, a Gandhi le había chocado que
sus indos fueron clasificados en la cárcel con los “nativos”. Los prejuicios de
Gandhi eran claramente visibles, pero su reacción no se refirió a los “nativos”
en general sino a los nativos que habían cometido un crimen. Según él, los
indos merecían un lugar aparte en la cárcel. Hay que admitir que su actitud era
ambivalente.
“Por otro
lado, no ha sido tan negativo que nos han puesto en la misma clase con los
“nativos” porque así se nos abrió la oportunidad de ver el trato que se da a
los nativos en general, la situación de
ellos en la cárcel, sus costumbres”.
Sopesando el
contexto de la época y de las circunstancias, hay que perdonar estos prejuicios
a Gandhi. Aquí estamos describiendo al
joven Gandhi a quien todavía le falta camino para llegar a Mahatma. En aquella
época su prejuicio principal era el prejuicio a favor de la Verdad y de la
Justicia.
La
convivencia con criminales
Los
prisioneros políticos somos “prisioneros de conciencia” y como tales nos diferenciamos
mucho de los demás prisioneros. Pero los dos grupos inevitablemente se encuentran
y se mezclan y de ello pueden salir experiencias desagradables. Gandhi tenía una
experiencia de estas desagradables y lo mismo me pasó a mí, Mandela, después de mi primera condena. Me
transportaron a la cárcel de Pretoria en una furgoneta cerrada. Conmigo viajó
un miembro de la temible pandilla Msomi Gang, y como la furgoneta se balanceó y zigzagueó, fui tirado sobre
él. No pude confiar en él y temí que era
un agente policial.
Gandhi
describe una noche en Johannesburgo en 1909.
Sus compañeros prisioneros le parecían salvajes, asesinos y sexualmente
perversos. Relata que dos de ellos querían
comprometerlo en una conversación. Cuando él no podía comprenderlos, se burlaron
y se mofaron de él. Luego uno de ellos se retiró a una cama donde otro preso estaba
jugando. Los dos intercambiaron chistes obscenos y desnudaron los genitales uno
del otro (Indian Opinion 1909).
“En otra
oportunidad, un preso me asaltó en el baño. Los retretes tienen el acceso
libre, no hay puertas. Tan pronto como me había sentado en una taza, llegó un
nativo fuerte con aspecto intimidador. “¡Sal de allí!”, dijo, y me insultó. Contesté
que iba a salir muy pronto. El no esperó, me levantó en sus brazos y me tiró
afuera. Felizmente pude agarrar el marco de la puerta, lo que me salvó de caer
al suelo” (Indian Opinion 1909).
Gandhi y yo,
Mandela, compartimos una gran suerte: los periódicos y los políticos estaban
informados de todo lo que nos pasó. De modo que apenas salió a luz que nos
habían abrumados con sufrimientos injustificados o con un tratamiento indigno,
el público reaccionó. El asalto a Gandhi llegó a ser un tema de protesta en la
India y en el parlamento británico, e incluso entre algunos liberales blancos
en África del Sur.
Aislamiento
celular
Le
encerraron incomunicado en Johannesburg en 1908 y en Pretoria en 1909, pero no
porque él hubiese sido reacio y se hubiera negado a cooperar, no- Gandhi realmente fue un preso modelo, sino
porque las autoridades deseaban separarlo de sus camaradas: temieron su
influencia sobre los demás presos. Su celda tenía setenta pies cuadrados, el
suelo estaba de alquitrán. En la noche constantemente había una luz semiapagada
y mortecina, que los guardianes prendieron a plena cuatro o seis veces en la
noche como aviso que todavía ellos tenían el control. La celda estaba
completamente vacía. Gandhi la medió a pasos de pared a pared y el guardián le
gritó; "Gandhi, deja de caminar tanto, malogras mi suelo”. Refiere: "Aún
cuando iba al retrete, un guardián se paró a mi lado para controlar. Si por
casualidad el guardián no me conocía, gritó: “¡Sam, sal ahora!”. Cualquier indo
llevaba el apodo Sam, y en estos días y por muchos años más, también lo
llamaron “Sammy”. Igualmente todo africano masculino recibía el mote “John”,
toda mujer africano era “Annie” y toda mujer inda era “Mary”.
Cuando yo,
Mandela, me recuerdo de mis épocas en la celda incomunicada, no hay diferencia.
Lo peor del aislamiento celular, aparte de estar separado de la compañía
humana, es la ausencia de ejercicio físico y de aire fresco. Ello empeora tú
salud. Además, te dan trabajo forzado también en tú celda, en lugar de poder cumplir con este
“trabajo duro” como miembro de un equipo de presos. El “trabajo duro” adjudicado
a Gandhi era unir cosiendo frazadas desgastadas. Como él quería ser un preso
modelo, se consagró a esta tarea con esmero meticuloso. Estaba sentado en el
suelo y se agachó sobre su trabajo, semana tras semana. Se sacó una neuralgia
severa y se le infeccionaron sus pulmones, pero nunca zafó de su deber.
Gandhi en la
cárcel se enseñó a su mismo el idioma indo Tamil, yo, Mandela, me enseñé Africaans.
Gandhi escribe que uno de los más importantes beneficios que le regaló la
cárcel era la oportunidad de leer libros. Leyó vorazmente siempre cuando le fue
posible, incluso se paró bajo la bombilla mortecina, atrapando cualquier
luminosidad. Durante tres meses leyó 30 libros con temática variando desde
Thoreau, un filósofo occidental, hasta las escrituras religiosas como el Corán,
la Biblia, la Guita y los Úpanishads. Leyó en inglés y en gujerati. Para mí,
Mandela, los libros también eran mi refugio, siempre y cuando se me permitieron.
Gandhi escribe que los libros salvaron a su mente de “pasearse como el mono” y
también de inmovilizarse en pensamientos indeseables. El peor castigo eran esos
“pensamientos indeseables”: preocupaciones sobre la familia, recuerdos de los
enfermos y las personas enfermas. Los dos, Gandhi y yo, Mandela, pasamos por
períodos cuando nuestras esposas estaban
también en la cárcel. En varias oportunidades dos hijos de Gandhi -Manilas y
Harilal- simultáneamente estaban en la cárcel.
La más
penosa experiencia de Gandhi debe haber sido cuando le dijeron que su esposa
Kasturba estaba críticamente enferma. Le dieron la opción de pagar su multa y
viajar volando adonde ella en cama, pero su compromiso con Satyágrah no le
permitió aceptar eso. Así que le escribió una carta en idioma gujerati, pero
las autoridades la incautaron ya que la censura no podía leer el gujerati.
Tenía que limitarse a enviarle un mensaje indirecto en una carta a su hijo.
Para mí, Mandela, los momentos más duros de prueba eran cuando mi hijo murió en
un accidente y falleció mi madre. Llevé mi luto solo.
De esta
manera soportó Gandhi sus prisiones al comienzo del siglo veinte. A pesar de
que dos generaciones nos separan, permanece un vínculo íntimo entre nosotros gracias
a que tuvimos experiencias parecidas en la cárcel, debido a nuestro rechazo radical
de las leyes injustas y debido al repudio a la VIOLENCIA que amenaza nuestros esfuerzos por la paz y la
reconciliación.
Nelson
Mandela, reproducido en Sarvódaya, Vol.
4, No. 5., Special Issue 2006 Gandhi Jayanti.