viernes, 21 de febrero de 2014

Mensaje a la nueva generación

El 29 de julio de 1888, el escolar Gabriel Urbina leyó un Discurso en el teatro Politeama de Lima. El autor, Manuel González Prada y el motivo la recolección de fondos para el rescate de las entonces provincias cautivas Tacna y Arica.

Decía en uno de sus párrafos más profundos don Manuel:

"Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoi para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo i algo de ironía: el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro.

Los viejos deben temblar ante los niños, porque la jeneración que se levanta es siempre acusadora i juez de la jeneración que desciende. De aquí, de estos grupos alegres i bulliciosos, saldrá el pensador austero i taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la frente del culpable con un sello de indeleble ignominia.

Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna jeneración recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer."

Agregaba fulminante:

"Para ese gran día, que al fin llegará porque el porvenir nos debe una victoria, fiemos sólo en la luz de nuestro cerebro i en la fuerza de nuestros brazos. Pasaron los tiempos en que unícamente el valor decidía de los combates: hoi la guerra es un problema, la Ciencia resuelve la ecuación. Abandonemos el romanticismo internacional i la fe en los auxilios sobrehumanos: la Tierra escarnece a los vencidos, i el Cielo no tiene rayos para el verdugo.

En esta obra de reconstitución i venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos i carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo i sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas i frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!" Discurso en el Politeama http://www.voltairenet.org/Discurso-en-el-Politeama

¿Será capaz el presidente Humala de, elevándose por entre resabios y mediocridades de una generación con traidores y fracasados, dirigirse a quienes empuñarán en pocos lustros el mando de la Nación: a los escolares, el próximo 10 de marzo?

¿Cuánto tiempo hace que un jefe de Estado no le habla, con sinceridad prolija y responsabilidad magnífica a los más jóvenes de la Patria?

La oportunidad es propicia para explicar cómo la historia del Perú registra, por vez primera y sancionada en la Corte Interancional de Justicia de La Haya, un avance en su lucha por la soberanía en el Mar de Grau y cómo es que se aspira a que la reserva juvenil sepa construir sobre estos nuevos edificios un futuro, la victoria que nos debía el porvenir del cual hablaba González Prada, sostenible, con la vigencia del respeto y la dignidad entre las naciones y con miras a la formación de una Comunidad Latinoamericana de Naciones.

Los pueblos no se movilizan al compás de ayes y lamentos, se yerguen sobre el orgullo juvenil impoluto que desconoce las torceduras y las inmoralidades de políticos ladrones. Hay que sembrar en el amanecer de promociones impecables la semilla de patriotismo, apego a la historia, construcción de grandezas, que garanticen un Perú libre, justo y culto.

Los escolares son parte de esa nación activa a la que nadie tiene en cuenta sino de forma mecánica y colateral. Cuando de ellos depende no poco el empuje y el derrotero de las futuras empresas que tiene que impulsar una Nación con gas, agua, biodiversidad generosa, 30 millones de habitantes y una inteligencia que necesita ser despertada y puesta en movimiento multidisciplinario. Y también son parte de la defensa soberana.

Tiene chance el presidente de ingresar no por inercia a la historia, sino por entrega emotiva y racional, a la vez, de corazón y pensamiento. El reto está planteado, las luchas tribales, inanes en que se despedazan las fieras que se llaman políticos porque el uno le dice al otro ratero y aquél responde ladrón, son de baja estofa, propia de enanos mentales, amorfos huérfanos de cualquier visión de grandeza y de lealtad.

"¡Ojalá, señores, la lección dada hoi por los Colejios libres de Lima halle ejemplo en los más humildes caseríos de la República! ¡Ojalá todas las frases repetidas en fiestas semejantes no sean melifluas alocuciones destinadas a morir entre las paredes de un teatro, sino rudos martillazos que retumben por todos los ámbitos del país!", reiteró González Prada.

Es hora del Mensaje a la nueva generación.
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Mensaje sabio, sencillo, sin artificios ni amenazas

Dijo José Mujica  (Presidente de Uruguay):
“Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.
Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo le queda el placer. 
Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto
 donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute. 
¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!
 
Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay
 puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales. 
No porque sea elegante sino porque es placentero.
Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar un plato de tallarines.
¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!
Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping centers. 
En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas
 de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos.
No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.
Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.
Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos.
Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también para ir a los conciertos o a los parques.
Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta tanto de consumos materiales como intelectuales. Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento.
En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos anden de bicicleteada en bicicleteada.


LA EDUCACIÓN ES EL CAMINO

Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación.
Y miren que es un puente largo y difícil de cruzar.
Pero hay que hacerlo.
Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.
Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento.
Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en colores, después las transmisiones por satélite.
Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.
Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía para procesar números.
Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.
Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa.
Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez.

O como los que vieron el fuego por primera vez.
 Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.
Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos los libros del mundo.
Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo.
Es abrumador.
Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo los uruguayitos sepan nadar en ese torrente.
Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.
Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes. 
Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las
 preguntas que valen la pena.
Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.
Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria masificada.
Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.
Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el mundo
No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines. 
Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión
 universal del conocimiento.
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica.
Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación.
No hay tarea más grande delante de nosotros”.

 JOSE MUJICA  (Presidente de Uruguay)


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Anécdota

Este tipo es increíble.
Días atrás el periodista radial de una radio de Capital Federal, llamado Negro Oro, hablando con Teté Coustarot, quien contaba que estaba comiendo en un pequeño restaurant de Colonia, cuando se apareció el Pepe con su mujer, en Su VW escarabajo del 81. Todo el mundo asombrado (menos los del restaurant, pues son concurrentes periódicos) Habló con todos. Todos los respetaron cuando almorzaban y al irse, saco su billetera y pagó como uno más . Teté llamó al mozo que la estaba atendiendo y le preguntó cómo es que le cobraban al Presidente de la República ?? A lo que el mozo le contestó:
- Si no lo hacemos, nos mata y no viene más.
Pensá además que de lo que ganan él como Presi y su mujer como funcionaria, le donan el 70% a su partido.                                      
Cuando le preguntaron por qué, respondió: -“Porque le debo a mi partido lo que soy y es Norma. Además, si hasta hoy pude vivir con $4.000 uruguayos y ahora entre mi Sra. y yo  llegamos a los U$s 7.000 por mes. ¿Para qué queremos más?” 



viernes, 14 de febrero de 2014

Fiscal impide investigación a clan mafioso

Sacando a relucir su entraña aprista, el fiscal de la Nación, Luis Peláez Bardales, negó su colaboración al gobierno norteamericano que, según la revista Caretas, le había solicitado hasta en dos oportunidades “asistencia legal”, impidiendo que la justicia norteamericana. continúe investigando al clan de los Sánchez Paredes, presuntos financistas de las campañas electorales del APRA en el norte del país.
Si nos atenemos a las denuncia efectuada por la prestigiosa revista fue en  setiembre del 2012 cuando la Fiscalía para el Distrito Sur de Nueva York ordenó el congelamiento de 13 cuentas de algunas de las empresas de la familia Sánchez Paredes -por un total de US$ 31 millones- bajo la sospecha de que estaban vinculadas al lavado de activos y al narcotráfico internacional, la que al cabo de un año de investigaciones tuvo que ser archivada momentáneamente, según lo anunció el juez federal de Nueva York Sur George B. Daniels.
La actitud de Pelaéz, cuya ayuda esperó la justicia de Nueva York, sin lograrla, durante 6 meses obligó a a sus autoridades a cerrar momentáneamente el caso por la  carencía de “evidencia crítica” para procesar por lavado de dinero y tráfico internacional de drogas a los Sánchez Paredes en el país del norte. Esto podría colocar a Peláez, ante la opinión pública, como cómplice y protector de los presuntos protegidos por Alan.


Haciendo memoria

Desde hace mucho tiempo, en Trujillo se habla de los vínculos del clan Sánchez Paredes con el APRA, sosteniéndose, además, que ellos serían los financistas de las campañas de Luis Alva Castro. Lo curioso resulta que según el blog Desde el Tercer Piso (www.desdeeltercerpiso.com)el 28 de agosto de 2002, Maquinarias vendía la camioneta. Declarando un precio de lista para la venta de 29 mil 850 dólares, la compañía hizo un sustantivo descuento de 11 mil 850 dólares, para venderla en 18 mil dólares a un ilustre cliente: Alan García Pérez, entonces el líder más importante de la oposición luego de su derrota en las elecciones generales de 2001
Belisario Esteves, además de gerente general de la compañía Alta Tecnología e Inversión Minera y Metalúrgica S.A. (ATIMMS.A.) , fue viceministro de Comercio durante el primer gobierno de García. Pero el 2003 era una de las personas de mayor confianza del clan de los Sánchez Paredes.

Persiles Sánchez fue un conocido traficante trujillano de la “guardia vieja”, desde la década de los 70. Su socio Lucio Tijero Guzmán lo vinculó con el cártel de Medellín e involucró a sus hermanos en el mismo . Ël cayó abatido en Trujillo en 1991 al resistirse a un asalto, después que la Corte Suprema, en 1988, lo absolviera de una acusación de tráfico ilícito de drogas, en el primer gobierno de Alan García.


¿Qué había ocurrido?
Documentos de la justicia norteamericana, obtenidos por CARETAS, revelan una historia hasta hoy desconocida y apuntan a lo más alto de la Fiscalía de la Nación.
Según las autoridades judiciales de EE.UU. el caso se cerró debido a que el fiscal de la Nación, José Luis Peláez Bardales, no colaboró con el gobierno norteamericano que solicitó hasta en dos oportunidades “asistencia legal” al titular del Ministerio Público, que es la autoridad central y oficial para resolver estos casos.
Peláez debía proporcionar a EE.UU. copias certificadas de la ‘megainvestigación’ a la familia Sánchez Paredes -que dirigió el fiscal Jorge Chávez Cotrina-, de los testimonios acusatorios, y coordinar la concurrencia de testigos, fiscales y policías peruanos a la Corte de Nueva York.
Pero por razones que se desconocen, según los documentos, Peláez derivó las dos solicitudes confidenciales de las autoridades norteamericanas a mesa de partes del Poder Judicial, poniendo en peligro la reserva de la investigación. Los documentos cayeron donde dos jueces que denegaron la “asistencia legal” a EE.UU. por “carecer de jurisdicción”, es decir porque no les correspondía a ellos resolver sobre el tema, sino a la Fiscalía.
Por su parte, el Fiscal de la Nación culpó al  Poder Judicial (PJ) señalando que es el verdadero responsable de la demora ya que es el encargado de autorizar la entrega de los documentos requeridos por la justicia estadounidense.
Dijo que ha gestionado el pedido de la justicia norteamericana y que insistió ante dos jueces, pero resolvieron aplazar la entrega del expediente en cuestión.
Un hecho que amerita que los órganos de control realicen la investigación correspondiente.


jueves, 6 de febrero de 2014

¿Torre Tagle mártir? ¡No, un traidor!

En Perú, las cosas de puro repetidas se olvidan. Pero también afincan en el imaginario popular y se dan por ciertas aunque sean ¡absolutamente falsas! Por ejemplo, el martes cumplióse aniversario de la muerte de José Bernardo de Tagle y en casi todas las radios nacionales se dijo: “apresado por los españoles en el Real Felipe”. Y la verdad, monda y lironda, sucia y descarnada es ¡muy diferente!

Escribe Jorge Basadre en Historia de la República: “Con fecha 6 de marzo de 1824 firmó en Lima Torre Tagle, usando de nuevo su título de marqués, un manifiesto, que fue escrito por Berindoaga y publicado por orden del general español Monet. Allí narró, desde su punto de vista, lo ocurrido entre él y Bolívar, así como los últimos sucesos de su infortunada administración. Terminó con expresiones contra el “falso brillo de ideas quiméricas que, sorprendiendo a los pueblos ilusos, solo conducen a su destrucción y a hacer la fortuna y saciar la ambición de algunos aventureros”. Por todas partes (agregaba, pasando por alto, en forma censurable, la grandeza de la causa de la libertad a la que había servido y usando argumentos que siempre se esgrimen ante las revoluciones los partidarios de las clases privilegiadas amenazadas y que su enemigo Riva-Agüero también empleara) no se ven sino ruinas y miserias. En el curso de la guerra ¿quiénes sino muchos de los llamados defensores de la patria han acabado con nuestras fortunas, arrasado nuestros campos, relajado nuestras costumbres, oprimido y vejado a los pueblos? ¿Y cuál ha sido el fruto de esta revolución? ¿Cuál el bien positivo que ha resultado al país? No contar con propiedad alguna ni tener seguridad individual. Yo detesto un sistema que termina al bien general y que no concilia los intereses de todos los ciudadanos”.

“En una carta que, desde el Callao, escribió al marino Blanco Encalada (22 de enero de 1825), Torre Tagle le pidió que “en nombre de Chile le entregase un asilo bajo su bandera como el que generosamente me concedieran jefes españoles, distinguiéndose entre ellos en toda clase de consideraciones conmigo, el señor Rodil.

¿Fue, en realidad, un asilado entre los españoles o un aliado de ellos? La segunda de estas posibilidades parece afirmada en un papel al redactor de su manifiesto, Juan de Berindoaga (cuya reproducción fotográfica ha publicado Luis Alayza y Paz Soldán). Allí dice, con palabras que lo acusan, que ansía evitar la desconfianza de los españoles ante él y busca, más bien, que estén contentos, “mucho más –agregaba- cuando yo, convencido de la canalla que constituye la patria, he resuelto en mi corazón ser tan español como D. Fernando”. Con este comprobante no parecen insinceras las frases insertas en el último párrafo del manifiesto de 1824 en la parte que, después de solicitarle al Perú que no tolerase que en su recinto se levantasen templos a la tiranía bajo la sombra de la libertad, concluye afirmando que “de la unión sincera y franca de peruanos y españoles todo bien debe esperarse; de Bolívar, la desolación y la muerte”. Y para no dejar la menor duda, el párrafo anterior había empezado con esta frase: “Unido ya el ejército nacional mi suerte será siempre la suya”. Frase que recibe lúgubre significado con la muerte de Torre Tagle, su esposa y un hijo menor, en las circunstancias más espantosas, en el Callao, en los últimos días de la resistencia española. Con ella parecen coincidir, por otra parte, una hoja suelta con un ataque feroz a Bolívar, que apareció bajo su firma y que circuló además por haber sido reproducida en el Boletín del ejército realista, así como una carta, fechada en Lima el 17 de abril de 1824, dirigida al general José Canterac y más tarde incorporada al proceso de Berindoaga, en la que se pide que se permita al guerrillero Ninavilca unirse a los españoles. Berindoaga, en el suplemento de su manifiesto, lo presentó como gozando de favor entre los jefes del Callao. Pero en su comunicación a Blanco Encalada, mencionada anteriormente, afirmó Torre Tagle ser solo un asilado. No ocupó ningún cargo político, administrativo o militar a las órdenes del virrey o de sus generales y la versión de sus descendientes es que murió en el Callao el 26 de setiembre de 1825, estando preso con su familia.”

Basadre, galano al fin y al cabo, sereno formal y rigurosamente frío, no cruza el Rubicón para llamar al pan, pan y al traidor, traidor con todas sus letras. Como no somos Basadre y no tenemos por qué seguir aquellas conductas tan moderadas, declinamos tales comportamientos. Y a este miserable que fue José Bernardo de Torre Tagle hay que llamarlo por su nombre: ¡traidor a secas! Se solidarizó con los ibéricos, siempre invasores e intrusos, estuvo con ellos de corazón e ideas, afincó en el Real Felipe arrastrando a su familia en la acción proditora.

Y la diplomacia peruana tiene el baldón inexcusable de llamar a su edificio principal Torre Tagle como sinónimo de su think tank, usina de ideas y estrategias. Ni ideas ni estrategias, sólo claudicaciones vergonzosas y elusivas de una real integración con el Perú profundo y con el hombre y mujer de abajo, aquél que se levanta al amanecer y duerme los sueños de una justicia que jamás verá porque así lo consagraron delincuentes y pillos que son, básicamente, los que han regido los destinos de este país. ¿Hará un referéndum interno y sincero el grupo sano de diplomáticos talentosos que aún persiste con su presencia en Cancillería para cambiar de nombre y borrar de su fachada la simbólica convocatoria al alma de un traidor como Torre Tagle? ¿Será posible semejante revolución?

La historia del Perú es básicamente gesta maquillada y cosmética de poderosos que han impedido a toda costa que el pueblo se entere cómo durante las guerras sus ancestros alineaban siempre con las tropas invasoras y pasadas las belicosidades, presentaban, casi de inmediato, como hoy, sus saludos al vencedor insolente. Holgazanes y cobardes, los poderosos no supieron sino vivir del guano y las consignaciones, del timo y del cohecho culpable contra los sagrados intereses de las mayorías nacionales. Hoy viven de la minería, de la contaminación del medio ambiente, del asesinato del proyecto de vida de 26 millones de peruanos; proclaman la seguridad cooperativa y la gerencia por objetivos, impulsan homologaciones en gastos de armas cuando los vecinos ya nos llevan 100 años de ventaja y entonces seremos como dice el patriota Alfonso Benavides Correa: “una presa apetecible”. Contra esa falsificación masiva y abyecta, furiosa en su plagio y cicatera en sus luces, insurgen las nuevas juventudes con el propósito fundamental, nacional y nacionalista de la revolución peruana.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

Lea www.voltairenet.org/es
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica

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-http://www.voltairenet.org/Torre-Tagle-martir-No-un-traidor

lunes, 3 de febrero de 2014

Mis prisiones: En comparación con las prisiones sufridas por Gandhi

Dos generaciones después de M.K. Gandhi (que entonces todavía no era el Mahatma), Nelson Mandela pasó veintiún años en la isla de Robben Island frente a Ciudad de Cabo, en cierta forma incomunicado porque cuando salió (de otra cárcel) después de un total de veintisiete años, la evolución en la Sociedad Global como la emancipación de la mujer, el sida, los micrófonos modernos, el internet  y otras cosas le eran desconocidas. Lo soltaron recién cuando no podían mantener ya la ficción de la supremacía blanca, siendo inminente una guerra civil entre los blancos y los negros.

He aquí la comparación de las cárceles en las propias palabras de Nelson Mandela

Gandhi desafió y amenazó al gobierno racista de Sudáfrica durante la primera y la segunda década del siglo XX como no lo hizo ningún otro hombre. Él fundó la primera organización política anticolonial en Sudáfrica y posiblemente en el mundo en 1894: el Natal Indian Congress. Recién en 1902 se fundó el Congreso Popular Africano, el APO. El ANC (en el cual militó Mandela) fue fundado en 1912, de modo que tanto el APO como el ANC eran testigos de la lucha de Gandhi con los medios de Satyagraha de Gandhi  que comenzó en 1907 y llegó a su culminación en 1913 con la épica marcha de cinco mil (5000) obreros contratados en las minas de carbón de Natal. Esta Marcha evocó una respuesta masiva de las mujeres indígenas que incitaron a los obreros indos de asociarse a la huelga. Ello era el comienzo  de las “marchas  a la Libertad” y de deserciones del puesto del trabajo que llegaron a ser tan características en nuestra lucha  por la libertad en la era del ápartheid. También nuestra campaña de Desafío del 1952 siguió bastante el modelo inventado por Gandhi.
    De modo que se puede decir que la Lucha Inda tiene su raíz en la Lucha Africana. M.K. Gandhi y John Dube, el primer presidente del Congreso Nacional Africano,  eran vecinos en Inanda y los dos se influenciaron mutuamente ya que los dos hombres, aproximadamente al mismo momento, solo a tiro de piedra uno del otro, fundaron dos monumentos al desarrollo humano: el Instituto Oblange del Sr. Dube y el Asentamiento Phoenix del Sr. Gandhi. Las dos instituciones hoy en día (aproximadamente 1956) sufren de la ola de violencia que asedia la región, pero ambos, así lo espero, se volverán a levantar como el ave fénix, para llevarnos a alturas que nunca imaginamos.
     Durante sus  veintitrés años en Sudáfrica, Gandhi fue condenado a cuatro penas de prisión. La primera estadía de dos meses comenzó el 10 de enero de 1908,  la segunda de tres meses comenzó el 7 de octubre de 1908, la tercera, también de tres meses, comenzó el 25 de febrero y a la cuarta, para nueve meses de trabajos forzados, se le condenó el 11 de noviembre de 1913. De estas condenas él purgó realmente sólo siete meses y diez días. En la primera ocasión y en la última, lo soltaron dentro de pocas semanas porque el gobierno de entonces, representado por el General Smuts, prefirió resolver los problemas mediante negociaciones a verse enfrentado por el Satyagraha, lo que le iba a atraer el oprobio internacional.
     En todas las cuatro ocasiones, arrestaron a Gandhi en el momento que él quería y porque él así lo quería. En aquel entonces no había redadas a media noche cuando la gente dormía y la policía no lo apresó de sorpresa. No se le acusó de conspiración contra el Estado, ni de promover organizaciones prohibidas ni de instigar a la violencia “interracial”. Todavía el Estado no había inventado el amplio repertorio de las llamadas “leyes de seguridad” con las cuales nosotros en nuestra época teníamos que lidiar. Todavía no había la Ley contra el Terrorismo, no había la "Ley contra los Comunistas” ni la “Ley de la Seguridad Interna” y, todavía, el detenido tenía derecho al juicio oral sobre el mantenimiento de su prisión preventiva. El control por el Estado todavía no era tan completo como lo es hoy día; faltaba todavía que los “nacionalistas” inventaran la ideología de la separación de razas o ápartheid cuya consecuencia era su Estado Policiaco. Detuvieron a Gandhi porque él a propósito violó, por injustas, las leyes que discriminaron contra los indos y violaron su dignidad y su libertad. Lo llevaron a la cárcel porque se negó a inscribirse para cierto certificado o porque se negó a llevar un “permiso’” que cumpliera con la llamada “Ley de los asiáticos en el Transvaal” (TARA) y porque, encima de ello, ¡instigó a otros de hacer lo mismo!
   Cuando la ápartheid todavía estaba en sus pañales, nosotros, igualmente, organizamos detenciones en los momentos preferidos por nosotros  mediante nuestra Campaña de Resistencia a las Leyes Injustas, pero a eso de los finales de los años sesenta, la Violencia del Estado había llegado a tal intensidad que la Resistencia Pasiva (a modelo de Gandhi) nos parecía inútil. Literalmente nos sacaron de nuestras camas y nos llevaron a empujones a la cárcel. Nuestra “resistencia”, en lugar de traernos alivio, provocó al Gobierno de promulgar las llamadas leyes de seguridad, tratando de erigir un Muro contra toda nuestra resistencia. Pero que el lector no dude que la resistencia de Gandhi provocó medidas rigurosas contra él y sus seguidores. Los indos sufrieron represalias terribles: los deportaron a la India y varios grupos de ellos pasaron semanas navegando en ambas direcciones, desde Bombay a Durban, en entrepuente de tercera clase, porque se negaron a desembarcar en la India, insistiendo que bajarían a tierra solamente en Sudáfrica porque allí habían nacido.
    Era cierto que la mayoría de estos deportados había nacido en Sudáfrica y para ellos la India era un país extranjero. Otros entre ellos (como Ahmed Cachalia y E.I.Asvat) habían perdido sus negocios lucrativos, y sus acreedores blancos a la fuerza los obligaron a declarase en quiebra –una “insolvencia” en contraste con el buen funcionamiento de sus negocios. Los acreedores blancos se resintieron que los indos eran obstinados, obligándolos a la liquidación de sus activos para devolver el dinero prestado a ellos, sus acreedores. Había otros que sufrieron la subasta de sus bienes con la sola justificación de que el gobierno quería sacar de ello las multas que se negaron a pagar los satyágrahis: por su actitud desafiante mostraron su rechazo de leyes injustas. El mismo Gandhi fue tratado de manera extremadamente vergonzosa en repetidas ocasiones y debo decir que nosotros no sufrimos nada parecido. En dos oportunidades, durante su traslado desde Volksrust a Johannesburg y de allí a Pretoria, lo hicieron marchar desde el calabozo hasta la estación de ferrocarril en atuendo carcelero, con las manos esposadas, y cargando en su cabeza los útiles que tiene cada prisionero. Aquellos que lo vieron o les subía la cólera o les salieron las lágrimas. Para Gandhi, sin embargo, ello era parte de su sufrimiento voluntariamente aceptado como aporte a la lucha contra la inhumanidad.

La situación dentro de las cárceles
Hay gran similitud entre las condiciones del encarcelamiento en nuestros días y en los días de Gandhi. Había un cambio dramático en la condición de las cárceles recién en 1980, a pesar de que Gandhi y sus colegas ya al principio del siglo XX y nosotros en las últimas décadas del mismo siglo ejercimos presión sobre del gobierno para humanizar el sistema carcelero. Al fin se permitió el ingreso de periódicos, de la radio y la televisión. En la última década del siglo XX por cuentagotas se permitieron camas para los presos; así que puedo decir que yo acompañé estos cambios para mejorar progresivamente desde el principio.
    La primera vez que me detuvieron era el 26 de junio del 1952 porque estaba organizando la Campaña de Desafío a las Leyes Injustas. Me retuvieron por algunos días en una celda de la policía hasta que me soltaron bajo caución. El primer encarcelamiento de Gandhi en enero del 1908 no incluía labores forzadas; en aquella vez lo habían sentenciado a dos meses, pero lo soltaron a los 19 días. El general Smuts tenía miedo del empuje, del brío que la lucha con la Resistencia Pasiva estaba acumulando, por lo que puso a Gandhi en un tren en Johannesburg y lo recibió en su despacho en Pretoria, con el fin de elaborar un compromiso.
   A mi también me llamaron al despacho del que en mi época era el jefe del Estado, el general Botha. Me llevaron a Groote Schuur, pero eso ocurrió cuando yo ya había pasado veintiséis años en la cárcel. En aquel entonces el gobierno blanco llamado “nacionalista” se había dado cuenta que no era capaz de gobernar el país solo, sin compartir. Gandhi pasó su primer cautiverio en la fortaleza de Johannesburg, lo mismo me pasó a mí en 1962, solamente que yo lo pasé en el hospital carcelario como preso preventivo.
   Gandhi así sus dudas describe al ser condenado por primera vez: “¿Me van a dar un tratamiento especial como preso político? ¿Me van a separar de mis colegas encarcelados?” Así era su soliloquio. Además, él iba a encontrarse ante un tribunal de la que en 1908 todavía era una colonia inglesa, y en aquel entonces él todavía guardó un resto de confianza en la justicia británica. Yo y mis colegas nos íbamos a encontrar en las celdas del ápartheid, por lo que no esperamos que nos dieran privilegios porque éramos presos políticos. Al contrario, esperábamos que la brutalidad del gobierno blanco contra los presos políticos fuera a ser mayor. Mi primera condena en 1962 era por cinco años por aquella”gira por África” que yo había perpetrado incógnito. Al principio estuve en la cárcel de Pretoria. Como Gandhi conocimos de cerca los interiores de la cárcel en Transvaal. Sin embargo, Gandhi nunca estuvo en la isla de Robben Island en la colonia del Cabo, mientras que nosotros nunca pisamos el Volksrust en Transvaal.
    La filosofía de Gandhi era de someterse a las condiciones de las cárceles porque, siendo un satyagrahi, él quería sufrir para la justicia y la libertad. En este sentido, nosotros nunca estuvimos satyagrahis. No aceptamos el sufrimiento, reaccionamos en contra. En mi primer día en la cárcel

Gandhi desafió y amenazó al Gobierno racista de Sudáfrica durante la primera y la segunda década del siglo XX, como nunca antes lo hecho hombre alguno.
El creó la primera organización política anticolonial en Sudáfrica, y posiblemente en el mundo, al fundar en 1894 el Natal Indian Congress. Recién en 1902 se fundó el Congreso Popular Africano, el APO. El ANC (en el cual militó Mandela) fue fundado en 1912, de modo que tanto el APO como el ANC fueron testigos fuertemente influidos por el combativo movimiento Satyagraha de Gandhi, iniciado en 1907 y culminando en 1913, con la épica marcha de cinco mil (5000) obreros contratados en las minas de carbón de Natal.

Esta Marcha provocó una respuesta masiva de las mujeres indas que incitaron a los obreros indos a asociarse a la huelga. Dicha marcha emblemática constituye el antecedente y referente de todas las otras “marchas  a la Libertad”  y de los abandonos voluntarios del puesto del trabajo que llegaron a ser tan distintivos en nuestra lucha  por la libertad, en la era del ápartheid. Igualmente, nuestra “Campaña de Desafío” del 1952 prosiguió en mucho el modelo creado por Gandhi.

De alguna manera, se puede afirmar que la Lucha India tiene su raíz en la Lucha Africana. M.K. Gandhi y John Dube, el primer presidente del Congreso Nacional Africano,  eran vecinos en Inanda y los dos se influyeron mutuamente - ya que los dos hombres, aproximadamente al mismo tiempo, solo a tiro de piedra uno del otro, fundaron dos monumentos al desarrollo humano: el Instituto Oblange del señor Dube y el Asentamiento Phoenix del señor Gandhi. Las dos instituciones hoy en día (aproximadamente el año 1956) sufren de la ola de violencia que asedia la región, pero ambos, así lo espero, se volverán a levantar como el ave fénix, para llevarnos a alturas que nunca imaginamos.

Durante los 21 años en África del Sur, sentenciaron a Gandhi cuatro veces a la cárcel. La primera, de dos meses, comenzó el 10 de enero de 1908;  la segunda, de tres meses, comenzó el 7 de octubre de 1908; la tercera, también de tres meses, comenzó el 25 de febrero; y la cuarta, castigado con nueve meses de trabajos forzados, fue condenado el 11 de noviembre de 1913.

De estas condenas él purgó realmente sólo siete meses y diez días. En la primera y última ocasión lo soltaron después de pocas semanas, porque el gobierno de entonces, bajo el mando del General Smuts, prefirió resolver los problemas mediante negociaciones al verse enfrentado por el  Satyagraha, lo que le iba a atraer el oprobio internacional.

En las cuatro ocasiones arrestaron a Gandhi, en el momento que él quería y porque él así lo quería. En aquel entonces no había redadas a media noche cuando la gente dormía y la policía no lo apresó de sorpresa. No se le acusó de conspiración contra el Estado, ni de promover organizaciones prohibidas ni de instigar a la violencia “inter-racial”. Todavía el Estado no había inventado el amplio repertorio de las llamadas “leyes de seguridad”, con las cuales nosotros, dos generaciones después, tuvimos que lidiar.

Todavía no había la Ley contra el Terrorismo, no había la „Ley contra los Comunistas”, ni la “Ley de la Seguridad Interna” - y el detenido aun tenía derecho al juicio oral referente a su prisión preventiva. El control del Estado no era aun tan completo como lo es hoy día; faltaba todavía que los “Nacionalistas” blancos  inventaran la ideología de la separación de razas o ápartheid cuya consecuencia fue su Estado Policial.
Detuvieron a Gandhi, porque él a propósito violó, por injustas, las leyes que discriminaron contra los indios y violentaron su dignidad y libertad. Lo llevaron a la cárcel porque se negó a inscribirse para cierto certificado - o porque se negó a llevar consigo un “permiso’ - que cumpliera con la “Ley contra los Asiáticos en el Transvaal” (TARA) y porque, encima de ello, ¡instigó a otros de hacer lo mismo!

Cuando el ápartheid estaba aun en sus pañales, también nosotros organizamos detenciones en los momentos preferidos por nosotros, mediante nuestra Campaña de Resistencia a las Leyes Injustas.

Pero a eso de los finales de los años sesenta, la Violencia del Estado había llegado a tal intensidad que la Resistencia Pasiva (a modelo de Gandhi) nos parecía inútil. Literalmente, nos sacaron de nuestras camas y nos llevaron a empujones a la cárcel. Nuestra “resistencia”, en lugar de traernos alivio, provocó que el Gobierno promulgara las llamadas leyes de seguridad, tratando de construir un MURO contra toda nuestra resistencia.

Pero que el lector no lo dude: la resistencia de Gandhi provocó medidas rigurosas contra él y sus seguidores. Los indios sufrieron represalias terribles: los deportaron a la India y varios grupos de ellos pasaron semanas navegando en ambas direcciones, desde Bombay a Durban, en entrepuente de tercera clase, porque se negaron a desembarcar en la India, insistiendo que bajarían a tierra solamente en Sudáfrica ya que allí habían nacido.


Era cierto que la mayoría de estos deportados había nacido en Sudáfrica y para ellos la India era un país extranjero. Otros entre ellos (como Ahmed Cachalia y E.I. Asvat) habían perdido sus negocios lucrativos, y sus acreedores blancos a la fuerza los obligaron a declarase en quiebra – una “insolvencia” en contraste con el buen funcionamiento de sus negocios.

Los acreedores blancos se resintieron que los indos fueran obstinados, obligándolos a la liquidación de sus activos para devolver el dinero prestado a ellos, sus acreedores. Había otros que sufrieron la subasta de sus bienes con la sola justificación de que el Gobierno quería de ello sacar las multas que se negaron a pagar los satyagrahis: por su actitud desafiante mostraron su rechazo a las leyes injustas.

El mismo Gandhi fue tratado de manera extremadamente vergonzante, en repetidas ocasiones - y debo decir que nosotros no sufrimos nada parecido. En dos oportunidades, durante su traslado desde Volksrust a Johannesburg y de allí a Pretoria, lo hicieron marchar desde el calabozo hasta la estación de ferrocarril en atuendo carcelero, con las manos esposadas, y cargando en su cabeza los útiles que tiene cada prisionero.

Aquellos que lo vieron o les subía la cólera o les salieron las lágrimas. Para Gandhi, sin embargo, ello era parte de su sufrimiento, que el aceptaba voluntariamente, como su aporte a la lucha en contra la inhumanidad.

La situación dentro de las cárceles

Hay gran similitud entre las condiciones del encarcelamiento de nuestros días y en los días de Gandhi. Hubo un cambio dramático en la condición de las cárceles recién en 1980, a pesar de que Gandhi y sus colegas ya al principio del siglo XX y nosotros en las últimas décadas del mismo siglo ejercimos presión sobre el gobierno para humanizar el sistema carcelario. Al final, se permitió el ingreso de periódicos, de la radio y la televisión a las prisiones. En la última década del siglo XX, por cuentagotas, se permitieron camas para los presos; así que puedo decir que  acompañé progresivamente, desde el principio, estos cambios para mejor.

La primera vez que a mí, Mandela, me detuvieron era el 26 de junio del 1952 porque estaba organizando la Campaña de Desafío a las Leyes Injustas. Me retuvieron por algunos días en una celda de la policía hasta que me soltaron bajo caución. El primer encarcelamiento de Gandhi en enero del 1908 no incluía labores forzados; en aquella vez lo habían sentenciado a dos meses, pero lo soltaron a los 19 días. El General Smuts tenía miedo del empuje y del brío con que la lucha por medio de la  Resistencia Pasiva estaba acumulando, por lo que puso a Gandhi  en un tren en Johannesburg y lo recibió en su despacho en Pretoria, con el fin de lograr un compromiso.

A mí, Mandela, también me llamaron al despacho del que en mi época era el jefe del Estado, el General Botha. Me llevaron a Groote Schuur - pero eso ocurrió cuando yo ya había pasado veintiséis años en la cárcel En aquel entonces el gobierno blanco, auto proclamado “nacionalista”, se había dado cuenta que no era capaz de gobernar el país solo, sin compartir.
Gandhi pasó su primer cautiverio en la fortaleza de Johannesburg, lo mismo me pasó a mí en 1962, solamente que yo lo pasé en el hospital carcelario como preso preventivo.

Gandhi así describe sus dudas al ser condenado por primera vez: “¿Me van a dar un tratamiento especial como preso político? ¿Me van a separar de mis colegas encarcelados?”
Así era su soliloquio. Además, él iba a encontrarse ante un tribunal de la que en 1908 todavía era una colonia inglesa, y en aquel entonces él todavía guardaba un residuo de confianza en la justicia británica. Sin embargo, yo y mis colegas nos íbamos a encontrar en las celdas del ápartheid, por lo que no esperábamos que nos dieran privilegios porque éramos presos políticos.

Al contrario, esperábamos que la brutalidad del Gobierno blanco contra los presos políticos sea mayor. Mi primera condena en 1962 fue por cinco años por aquella "Gira por África”, que yo había preparado en secreto. Al principio estuve en la cárcel de Pretoria. Como Gandhi, conocimos de cerca los interiores de las cárceles en Transvaal. Sin embargo, Gandhi nunca estuvo en la isla de Robben Island en la colonia del Cabo, mientras que nosotros nunca pisamos el Volksrust, en Transvaal.

La filosofía de Gandhi era someterse a las condiciones de las cárceles porque, siendo un satyagrahi, él quería sufrir por la justicia y la libertad. En este sentido, nosotros nunca fuimos satygrahis. No aceptamos el sufrimiento, reaccionando en contra. En mi primer día en la cárcel yo, Mandela, no cooperé, me resistí  a toda orden. Me negué a ponerme los pantalones cortos reglamentarios de la cárcel, me negué a comer el rancho de la cárcel.
Me entregaron pantalones largos y me dieron comida algo más digerible, pero para ello pagué un precio muy alto: me encerraron en una celda incomunicada, y en esa celda solitaria descubrí que la compañía humana era infinitamente más valiosa que cualquier ventaja material.

Ropa y comida

Prácticamente no había diferencia entre la ropa adjudicada en 1962 y aquella que le dieron a Gandhi en 1908. El recuerda (en su semanario Indian Opinion del 2.1.1909) lo siguiente: “Después de desnudarnos, nos daban los uniformes carcelarios.
A cada uno le tocaba un pantalón corto, una camisa de fibra gruesa, una especie de chaleco (jumper), una gorra, una toalla, un par de medias y sandalias”. Casi la misma ropa carcelaria nos adjudicaron a nosotros.

Tampoco hubo mayor diferencia entre la comida de entonces y la nuestra. La base de la dieta era una mazamorra de maíz, pero a diferencia de él, nos dieron una cucharita de azúcar. La mazamorra de Gandhi no tenía azúcar. Al mediodía teníamos otra “comida”, que a veces incluía frijoles. Gandhi pasó mes y medio con una sola comida al día hecha de frijoles.

El no consideró correcto reclamar y escribió al respecto: “¿Cómo podemos quejarnos si hay cientos de presos que aceptan esas cosas? Una reclamación debe tener solamente una meta: conseguir alivio para otros presos. Dudo si mejoran las cosas si solamente de vez en cuando me quejo ante un carcelero de que me sirve demasiado pocas papas, logrando que me sirva algunas patatas más?
Alguna vez noté que me dieron una cucharada más a mí, en detrimento de un rancho destinado a otra persona. Desde entonces, dejé de reclamar comida adicional”.

Se negó a aceptar favores que solamente a él le ofrecieron, pero sí aceptó mejoras cuando éstas se hicieron extensivas a sus compañeros encarcelados. En la isla-cárcel de Robben Island, aplicamos el mismo principio.

Reclamamos en nombre de todos los presos, políticos o no, pero nunca a favor de un preso solo, exceptuando que existiera discriminación personal contra un individuo. En la cárcel, las necesidades de uno son reducidas a la fuerza, casi a cero; aquel que en esta situación humillada todavía logra pensar en sus compañeros de infortunio, su humanidad sobrepasa lo normal y él aprobó todos los “exámenes” de empatía.

Gandhi aprobó estos exámenes con la nota más alta. Yo estoy igualmente agradecido a que pude mantener mi “humanidad”, durante todo el tiempo que estuve encarcelado y, no solo yo, sino  también mis compañeros inmediatos.


Las celdas

Las celdas de 1962 eran comparables a aquellas de los primeros años de 1900. Gandhi describe su celda en Volksrust de la siguiente manera: “La ventilación era aceptable, con dos ventanitas bajo el techo interior y dos aberturas semiabiertas en la pared opuesta. No había luz eléctrica. La celda tenía una lámpara mortecina, un balde de agua y una taza de estaño.

Para las evacuaciones, había en la esquina un asiento con un balde en el cual había un fluido desinfectante. Nuestra cama constaba de dos planchas sobre pies de tres pulgadas, además de dos frazadas, (un insulto) de almohada y esteras en el suelo (según Indian Opinion 7.3.1908).

Nos encerraron de modo parecido, con un balde para las evacuaciones y agua potable en una botella de plástico. A pesar de que nosotros tuvimos luz eléctrica, estaba prendida toda la noche ya que el interruptor estaba fuera e la celda. No teníamos planchas de bunker para dormir. Dormíamos directamente en las esteras, sobre el suelo.

Cuando la celda era comunal, era tan igual como en la época de Gandhi: normalmente albergó entre 15 y 20 prisioneros, aunque esta cantidad variaba. La peor experiencia de Gandhi era compartir con 150 prisioneros una celda diseñada solo para 50 (Indian Opinion 28.3.1908).

Las facilidades para lavarse en la época de Gandhi eran peores que en nuestra época. Existían dos grandes “bañeras” de piedra y dos surtidores, he ahí la ducha. Además dos baldes para las evacuaciones y dos más para la orina –todo ello al aire libre porque el reglamento de las cárceles no permitió la privacidad. Una de las rutinas destructivas de su tiempo ya no existía en nuestra época. Por ejemplo dejaron a Ahmed Cachalia en un baño frío junto con otros presos durante varias horas, lo que le ocasionó una neumonía.


La rutina carcelaria

Existía un parecido notable entre la rutina en la cárcel en la época de Gandhi y en la nuestra. Tenía que ser así porque en la cárcel todo está en un punto muerto, no hay cambio. Hay solamente una manera de tratar a los presos, y esa manera única no debe cambiar.

Durante mi primera década de encarcelamiento, estábamos de pie a las 05:30, rápidamente nos lavábamos, doblábamos  nuestra “cama” y nos parábamos en línea recta contra la pared y en posición de ¡firmes! esperando la inspección.

Tan pronto como nos habían contado, nos íbamos en fila india a tomar desayuno, luego a regresar nuevamente en fila  india para el recuento antes de salir para el trabajo. El trabajo terminaba a las 04:30, seguido de otro recuento. Cuando llegábamos a los barracones, nos desnudaban completamente para el cacheo. A las 05:30 recibíamos la cena y nos encerraban para la noche.

Ahora veamos cómo recuerda Gandhi la rutina en su cárcel.
Son contados los presos cuando se les encierra y cuando se les permite salir de sus celdas.  Una campana suena a las 5:30 de la mañana para despertar a los presos. Todos tienen que levantarse, doblar sus sábanas y lavarse. La puerta de la celda se abre a las 6 cuando los prisioneros tienen que parar en “firme” con sus brazos cruzados y detrás de ellos, enrollada, las frazadas de la “cama”. Un centinela llama a cada preso por su nombre y éste tiene que contestar que está. Por una regla parecida, cada preso tiene que pararse al lado de su cama en el momento en que se echa llave a su puerta, en la noche. Cuando un funcionario llega para inspeccionar, los presos se quitan la gorra y lo saludan. Todos los presos llevaban gorras; era fácil quitarlas, y considero justificada la regla que tienen que quitárselas al saludar. La orden de formar se dio gritando “fall in” siempre y cuando llegara un funcionario. Las palabras “fall in” llegaron a ser nuestra matraca y eran tan inevitables como el rancho.  “Fall in”  significa “formar y firmes”. Cuatro o cinco veces al día se repitió ese grito  “formar y firmes”. Los prisioneros fueron encerrados a las cinco y media. Podían leer o conversar en su celda hasta las ocho de la noche. A las ocho todos tienen que "ir a la cama”, y los que no pueden dormir, también tienen que acostarse. Constituye una infracción de las Reglas Carcelarias el hablar después de las ocho. Los prisioneros nativos no cumplían estrictamente con esta regla, por lo que los guardianes  trataban de silenciarlos golpeando las paredes  con sus porras gritando “Thule, thule!” (Indian Opinion 21.3.1908).

Trabajos forzados

El trabajo físico forzado en la cantera es realmente duro e infinitamente más duro cuando el guardián está parado encima de ti y te obliga a trabajar aún más allá de lo que aguantas, más allá de lo que aguanta cualquier ser humano. Como nosotros, Gandhi tenía que prestar bastante “trabajo duro”, pero tanto sus camaradas como los míos sobrevivían la prueba para contar lo ocurrido. En lo que sigue se describe un día especial en la prisión de Volksrust.

“El día estaba extremadamente caliente. Todos los indos comenzaron su trabajo con gran energía. El guardián estaba irascible, gritó a todos los prisioneros para que sigan trabajando. Más gritó él, más nerviosos se pusieron los indos. Incluso vi a algunos con lágrimas en los ojos. Me di cuenta que uno de ellos tenía un pie hinchado. Seguí implorando a mis camaradas de trabajar lo mejor que podían, ignorando al guardián. Yo, también, estaba al límite de mis fuerzas. En las palmas de mis manos había ampollas grandes y la linfa filtró de ellas. Todo el tiempo yo estaba rogando a Dios que salve mi honor para que no colapse. El guardián comenzó a regañarme porque estaba “descansando”. En este momento vi cómo el señor Jhinabhai Desai se desmayó. Como no me era permitido dejar mi puesto de trabajo, dejé de trabajar un momento. El guardián corrió al lugar del colega desmayado. Mi conciencia me dijo que yo también debo ayudar y corrí allí. (Indian Opinion 9.11.1909)”.

Rociaron agua sobre el desmayado y reanimaron a Jhinabhai. Lo llevaron a su celda en una especie de coche”.
Este día extracaliente se repitió en nuestra isla carcelaria de Robben Island a principios de los años sesenta.

Igual que los indos de Gandhi, nosotros también en cierto día extra-caluroso trabajamos asiduamente durante tres horas cuando llegó el cansancio y algunos de nosotros comenzaron a estirar su cuerpo.  El guardián sin demora apareció a nuestro lado, injuriando y gritando y, dirigiéndose a Steven Tefu, un hombre altamente educado, un verdadero erudito y tan anciano que podría ser su abuelo, le gritó: ” Muchacho, estás aquí para trabajar!”

(Al origen del africaans es el holandés, africaans es el idioma práctico de los boers que todos hablaron,) Tefu reunió toda su dignidad y reprendió al guardián en alto holandés literario, lo que  le dejó al guardián atónito y confuso. El resultado de esta protesta era un alivio momentáneo para Tefu-  mejor resultado del que le había pasado a Jhinabhai.

Nos hicieron marchar a la cantera en grupos de a treinta, igual que hace dos generaciones a los indos de Gandhi. De él es la siguiente descripción (Indian Opinion 29.5.1909):

“A las siete de la mañana comienza el trabajo. En el primer día teníamos que remover el suelo en un campo cerca de la carretera principal y alistarlo para el cultivo.
Sacamos las piedras, llevándolas sobre nuestras cabezas.

Trabajamos en una cantera de cal. El brillo del sol sobre la blancura de la cal nos cegó.”

 Había momentos cuando Gandhi se preguntó atormentado si había hecho bien al exponer a sus compatriotas a este dolor y a esta pérdida de su dignidad. Lo que le salvó era atenerse a la decisión una vez sopesada y tomada.

“Si a una persona el sufrimiento le trae felicidad, entonces por qué preocuparse. Me alivió el corazón que soportando cualquier dolor ahora podíamos liberarnos de este <> durante el resto de nuestras vidas,.. Traté de animar a los otros con esta paz en mi conciencia”.

Prisioneros africanos
Durante su cautiverio en Pretoria, todos sus compañeros carcelarios eran africanos (les dijeron "nativos” a menudo, hasta nosotros los africanos a veces nos referimos a nuestros compatriotas raciales con este término). Los coprisioneros negros, viendo que este indo era tan diferente de ellos, estaban curiosos para ver qué hacía Gandhi entre ellos en la cárcel. ¿Había robado algo? ¿Había hecho contrabando con licor?

Gandhi explicó que se había negado a llevar un pasaporte. Eso sus compañeros carcelarios comprendían perfectamente. Muy bien”, le dijeron, “los blancos son malos”.  Al principio, a Gandhi le había chocado que sus indos fueron clasificados en la cárcel con los “nativos”. Los prejuicios de Gandhi eran claramente visibles, pero su reacción no se refirió a los “nativos” en general sino a los nativos que habían cometido un crimen. Según él, los indos merecían un lugar aparte en la cárcel. Hay que admitir que su actitud era ambivalente.

“Por otro lado, no ha sido tan negativo que nos han puesto en la misma clase con los “nativos” porque así se nos abrió la oportunidad de ver el trato que se da a los nativos en general,  la situación de ellos en la cárcel, sus costumbres”.

Sopesando el contexto de la época y de las circunstancias, hay que perdonar estos prejuicios a Gandhi.  Aquí estamos describiendo al joven Gandhi a quien todavía le falta camino para llegar a Mahatma. En aquella época su prejuicio principal era el prejuicio a favor de la Verdad y de la Justicia.

La convivencia con criminales
Los prisioneros políticos somos “prisioneros de conciencia” y como tales nos diferenciamos mucho de los demás prisioneros. Pero los dos grupos inevitablemente se encuentran y se mezclan y de ello pueden salir experiencias desagradables. Gandhi tenía una experiencia de estas desagradables y lo mismo me pasó a mí,  Mandela, después de mi primera condena. Me transportaron a la cárcel de Pretoria en una furgoneta cerrada. Conmigo viajó un miembro de la temible pandilla Msomi Gang, y como la furgoneta  se balanceó y zigzagueó, fui tirado sobre él.  No pude confiar en él y temí que era un agente policial.

Gandhi describe una noche en Johannesburgo en 1909.  Sus compañeros prisioneros le parecían salvajes, asesinos y sexualmente perversos.  Relata que dos de ellos querían comprometerlo en una conversación. Cuando él no podía comprenderlos, se burlaron y se mofaron de él. Luego uno de ellos se retiró a una cama donde otro preso estaba jugando. Los dos intercambiaron chistes obscenos y desnudaron los genitales uno del otro (Indian Opinion 1909).

“En otra oportunidad, un preso me asaltó en el baño. Los retretes tienen el acceso libre, no hay puertas. Tan pronto como me había sentado en una taza, llegó un nativo fuerte con aspecto intimidador. “¡Sal de allí!”, dijo, y me insultó. Contesté que iba a salir muy pronto. El no esperó, me levantó en sus brazos y me tiró afuera. Felizmente pude agarrar el marco de la puerta, lo que me salvó de caer al suelo” (Indian Opinion 1909). 

Gandhi y yo, Mandela, compartimos una gran suerte: los periódicos y los políticos estaban informados de todo lo que nos pasó. De modo que apenas salió a luz que nos habían abrumados con sufrimientos injustificados o con un tratamiento indigno, el público reaccionó. El asalto a Gandhi llegó a ser un tema de protesta en la India y en el parlamento británico, e incluso entre algunos liberales blancos en África del Sur.  

Aislamiento celular
Le encerraron incomunicado en Johannesburg en 1908 y en Pretoria en 1909, pero no porque él hubiese sido reacio y se hubiera negado a cooperar, no-  Gandhi realmente fue un preso modelo, sino porque las autoridades deseaban separarlo de sus camaradas: temieron su influencia sobre los demás presos. Su celda tenía setenta pies cuadrados, el suelo estaba de alquitrán. En la noche constantemente había una luz semiapagada y mortecina, que los guardianes prendieron a plena cuatro o seis veces en la noche como aviso que todavía ellos tenían el control. La celda estaba completamente vacía. Gandhi la medió a pasos de pared a pared y el guardián le gritó; "Gandhi, deja de caminar tanto, malogras mi suelo”. Refiere: "Aún cuando iba al retrete, un guardián se paró a mi lado para controlar. Si por casualidad el guardián no me conocía, gritó: “¡Sam, sal ahora!”. Cualquier indo llevaba el apodo Sam, y en estos días y por muchos años más, también lo llamaron “Sammy”. Igualmente todo africano masculino recibía el mote “John”, toda mujer africano era “Annie” y toda mujer inda era “Mary”.

Cuando yo, Mandela, me recuerdo de mis épocas en la celda incomunicada, no hay diferencia. Lo peor del aislamiento celular, aparte de estar separado de la compañía humana, es la ausencia de ejercicio físico y de aire fresco. Ello empeora tú salud. Además, te dan trabajo forzado también en tú  celda, en lugar de poder cumplir con este “trabajo duro” como miembro de un equipo de presos. El “trabajo duro” adjudicado a Gandhi era unir cosiendo frazadas desgastadas. Como él quería ser un preso modelo, se consagró a esta tarea con esmero meticuloso. Estaba sentado en el suelo y se agachó sobre su trabajo, semana tras semana. Se sacó una neuralgia severa y se le infeccionaron sus pulmones, pero nunca zafó de su deber.

Gandhi en la cárcel se enseñó a su mismo el idioma indo Tamil, yo, Mandela, me enseñé Africaans. Gandhi escribe que uno de los más importantes beneficios que le regaló la cárcel era la oportunidad de leer libros. Leyó vorazmente siempre cuando le fue posible, incluso se paró bajo la bombilla mortecina, atrapando cualquier luminosidad. Durante tres meses leyó 30 libros con temática variando desde Thoreau, un filósofo occidental, hasta las escrituras religiosas como el Corán, la Biblia, la Guita y los Úpanishads. Leyó en inglés y en gujerati. Para mí, Mandela, los libros también eran mi refugio, siempre y cuando se me permitieron. Gandhi escribe que los libros salvaron a su mente de “pasearse como el mono” y también de inmovilizarse en pensamientos indeseables. El peor castigo eran esos “pensamientos indeseables”: preocupaciones sobre la familia, recuerdos de los enfermos y las personas enfermas. Los dos, Gandhi y yo, Mandela, pasamos por períodos cuando  nuestras esposas estaban también en la cárcel. En varias oportunidades dos hijos de Gandhi -Manilas y Harilal- simultáneamente estaban en la cárcel. 

La más penosa experiencia de Gandhi debe haber sido cuando le dijeron que su esposa Kasturba estaba críticamente enferma. Le dieron la opción de pagar su multa y viajar volando adonde ella en cama, pero su compromiso con Satyágrah no le permitió aceptar eso. Así que le escribió una carta en idioma gujerati, pero las autoridades la incautaron ya que la censura no podía leer el gujerati. Tenía que limitarse a enviarle un mensaje indirecto en una carta a su hijo. Para mí, Mandela, los momentos más duros de prueba eran cuando mi hijo murió en un accidente y falleció mi madre. Llevé mi luto solo.

De esta manera soportó Gandhi sus prisiones al comienzo del siglo veinte. A pesar de que dos generaciones nos separan, permanece un vínculo íntimo entre nosotros gracias a que tuvimos experiencias parecidas en la cárcel, debido a nuestro rechazo radical de las leyes injustas y debido al repudio a la VIOLENCIA que amenaza  nuestros esfuerzos por la paz y la reconciliación.

Nelson Mandela, reproducido en Sarvódaya, Vol. 4, No. 5., Special Issue 2006 Gandhi Jayanti.